MÉRITOS SIN MEDALLAS O MATRÍCULAS
EL FOCO ·
Cuando salga a la calle, recuerde que se está cruzando con ellos, con personas que optan por hacer, dejar alguna huella y complicarse la vida. Han llegado a junio con sobresaliente y mérito civil, pero nadie se lo diráLas 24 Medallas al Mérito Civil que ha entregado el Rey a gente normal y extraordinaria a la vez no han tenido repercusión mediática, salvo ... unas páginas en el Hola con las biografías de una camarera con síndrome de Down, un trabajador de Mercamadrid o una conductora de la Cruz Roja en Extremadura, entre otros. Por las mismas fechas, millones de niños recibían sus notas de fin de curso, con comentarios de profesores sobre la actitud y el esfuerzo, después de un año ejemplar, en el que han sido capaces de llevar mascarillas, no jugar al balón, no mezclarse con sus amigos de otras burbujas. Ojalá esto sirva para padres hiperprotectores que tratan a los niños entre algodones y les provoque una reflexión sobre lo que son capaces, algo que, por desgracia, comprueban a diario en todas las plantas de oncología infantil. Los niños son fuertes y los solemos educar como si fueran de cristal y, así, muchos se rompen en cuanto llega el primer problema de adulto.
En Gran Bretaña, esas distinciones que otorga la Casa Real a personas extraordinarias se llevan con mucho orgullo. Joan Hunt, fallecida el viernes, fundadora de Cudeca, era una de ellas. Nadie la merecía más. Esta anciana británica, que transmitía dulzura y tenacidad, pudo haberse conformado con la queja cuando murió su marido, Fred, de cáncer, en Málaga. Podría haberse pasado 20 años más recordando los nulos cuidados paliativos que había en el hospital, lo poco acogedor de las habitaciones, la tristeza de una decoración inexistente. Contaba que lo intentó allí. Llegó a comprar cortinas nuevas más alegres para las habitaciones de los que morían sin remedio pero se dio cuenta de las enormes dificultades que tenía trabajar en el sistema público y así fue cómo decidió fundar Cuidados del Cáncer, Cudeca. Pidió ya donativos en el funeral de Fred y, ahora, los ha pedido, en su despedida, para continuar con una labor que nos ha hecho mejores como Costa del Sol: albergar esos equipos que ayudan a miles a marcharse con tranquilidad y sin dolor y a sus familias devastadas, todo sufragado por un ejército de voluntarios que cuidan de las tiendas y organizan eventos para recaudar fondos.
Si nos fijamos bien, con el ánimo dispuesto, todos los días nos podemos encontrar a personas que hacen cosas extraordinarias, aunque no tanto como Joan. Que van más allá de lo que exige el estándar de la conciencia tranquila o del cumplimiento del convenio y nadie les da un sobresaliente a fin de curso. Lo pensé el otro día viendo bailar a los niños del colegio Prácticas número 1 al son de la música africana, las miradas entre un equipo que se ha empeñado en darle las expectativas más altas a esos alumnos de muchas nacionalidades en la Plaza de la Constitución. O cuando pienso en María del Mar Fernández, en el IES Jesús Marín, empeñada en que sus estudiantes no le tengan miedo a tener una idea y a poner una empresa, eso que se llama ahora emprendimiento y que bien pudiera ser echarle pelotas a la vida. O esa profe interina de Archidona, en un instituto en Miraflores de los Ángeles, que ha hecho con los alumnos de cuarto de la ESO, sí, esos por lo que nadie da un duro, una maravillosa reproducción de El Beso de Klimt para que pasear por ese edificio sea una mejor experiencia estética. O el equipo directivo del Ateneo, enamorado del aula Picasso y del palomar donde hace un siglo se enseñaba a dibujar con esculturas de escayolas de modelos. O los profesores de San Telmo, herederos de aquellos compañeros del padre de Picasso, que ponen en pie Telmo Dice, uno de los festivales de diseño más interesantes del país. También la energía de David Burbano y Roy Laguna, de La Casa Amarilla, para acercar el arte contemporáneo a un público virgen. Sin olvidar el taller de Gravura, donde se mima al grabado desde hace décadas, en ese rincón cerca de calle San Juan, encima de la Recova, desayunos de disfrute de pan cateto y buen aceite.
Sólo cabe morirse sabiendo que se ha intentado e incluso logrado. Como Joan Hunt
Si eres capaz de fijarte en personas que se complica la vida, no faltan. En el grupo estarían los voluntarios que durante meses han mantenido el jardín del cementerio inglés, comandados por Victoria Ordoñez, que bastante complicación tenía ya con mantener a flote y con éxito su línea nueva de vinos. Ese trabajo y la sensibilidad de Mariano Vergara ha fructificado en un acuerdo con la Fundación Unicaja que hará más fácil mejorar la conservación y gestión de uno de los enclaves que junta a muchas de las historias más fascinantes que hacen de Málaga una ciudad hospitalaria y luchadora por la libertad.
Hay rincones nuevos con sabor a antiguo y, a la vez, modernos. Es el caso del Museo del Vidrio, donde conviven, gracias al gusto y a lo que lleva invertido Gonzalo Fernández-Prieto, baldosas de barro con pisadas de siglo con diseños de vidrio finlandeses, rejas antiguas con vidrieras de Morris. Cerca de allí, el museo de Jorge Rando, que acaba de cumplir los 80 años, y la ejecución de sus sueños a cargo de Vanesa Díez, encargada de darle una intensa vida a ese patio con un mandarino en un barrio que está lejos del elitismo, precisamente, o de la playa, donde arden las sardinas en espeto, retratadas ahora en camisetas por La Málaga Moderna, un caso más de empeñarse en hacer realidad otros anhelos.
Cuando salga a la calle, recuerde que se está cruzando con ellos, con personas que optan por hacer, dejar alguna huella y complicarse la vida. Han llegado a junio con sobresaliente y mérito civil, pero nadie se lo dirá. Frente a ellos, batallones que critican casi todo, por cualquier motivo. Los que malmeten, intoxican, envidian. Ser de ese tipo también es una elección libre. Allá ellos. También es una elección no hacerles ni caso. Saber elegir no es ninguna asignatura en las notas que han entregado en los colegios pero conviene contar a los niños que es quizás la más importante en la vida, aunque nadie vendrá a darles un sobresaliente y el Rey sólo premia a unos pocos con la medalla al Mérito Civil. Y bien que está. Sólo cabe morirse sabiendo que se ha intentado e incluso logrado. Como Joan Hunt. Conservar su legado será nuestra responsabilidad.
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