El mejor regalo
La llegada de los Magos de Oriente a muchos hogares malagueños hizo la delicia de los más pequeños y de mayores. Su presencia entre nosotros ... cada año, fieles a la cita, recupera lo mejor de nosotros mismos. Basta ver los rostros de quienes presenciaron la extraordinaria cabalgata de Málaga o de quienes en la intimidad vivieron en la mañana de ayer domingo, día de Epifanía, el momento de la sorpresa al descubrir un regalo envuelto en el perfume del cariño y la atención.
Indudablemente, en medio de las dificultades de la vida, descubrir que existe quien piensa en ti, te quiere y te sueña es bello, bonito, alentador. Quizá es en este momento cuando conviene recordar que la bondad, que en este tiempo del año expresamos, no quedará sin recompensa. De una u otra manera, quien es bueno, experimenta en sí mismo la potencia creadora del amor que de manera, la más de las veces imperceptible, nos alienta y construye una vida más bella y un mundo más humano, más de Dios.
La presencia mágica y estrechamente vinculada a la infancia de los Magos de Oriente supone toda una lección de vida. Amén de un relato precioso, mágico, bello y real a la vez. Precioso porque vemos el esfuerzo sincero de unos hombres en la búsqueda de la verdad, mágico porque descubrimos que trasciende el tiempo y real porque no estuvo exento de dificultades y aciertos. La vida misma. Quizá por eso, la noche y el día de Reyes alcanza a sacar lo mejor de nosotros mismos. Y porque en esto de vivir, los Magos de Oriente aportan lecciones vitales: ellos, guiados por la estrella, a pesar de las dificultades, encontraron al Mesías; ellos, fortalecidos por la tenacidad, descubrieron lo que buscaban; ellos supieron redirigir el rumbo para no entregar en manos del rey Herodes al pequeño que habían encontrado. Eso sí, sin ceder a las dificultades, siguiendo el camino, siguiendo la estrella; siendo fieles a la llamada que impulsa a buscar la verdad, a descubrir la trascendencia en la inmanencia.
Sin duda, el mejor regalo, que descubrimos gracias al ejemplo de los Magos de Oriente, es cómo podemos dar lo mejor de nosotros mismos cada día del año, sin esperar a la próxima Navidad, que por cierto finaliza el domingo posterior al día de Epifanía; y hacerlo gracias a la perseverancia que se erige como aliada perfecta en la búsqueda de la verdad.
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