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Hace unos días, hablando sobre la transformación de la ciudad en el último cuarto de siglo, una empresaria afincada aquí mostraba su admiración por cómo ... Málaga se ha abierto al mundo. «Recuerdo una capital pequeña y con pocos atractivos y ahora llama la atención internacional. Mucha gente habla de Málaga, muchos quieren venir a trabajar y llegan constantemente nuevos proyectos culturales, turísticos y tecnológicos. Da gusto haber asistido a este cambio», comentó. Al escuchar estas palabras pensé que muchas veces las personas que vivimos aquí no somos del todo conscientes del impacto que tiene fuera de nuestras pequeñas fronteras la transformación de la ciudad y también de la propia provincia. Málaga es hoy un enclave reconocido en todo el mundo y en diferentes sectores. La celebración de grandísimas exposiciones de arte y de eventos culturales, los festivales de música, congresos y encuentros como el ComicCon, los acontecimientos deportivos de tenis, golf, baloncesto o fútbol –jugadores de la NBA y equipos de fútbol de toda Europa se entrenan aquí–, la explosión de la industria gastronómica y la llegada de empresas y centros de investigación como el IMEC, Vodafone o Google. Si reuniésemos en nuestra memoria todos los acontecimientos con trascendencia mundial de los últimos años podríamos tener una dimensión más exacta de lo que estamos viviendo en nuestro tiempo.
Pero resulta que Andalucía, como región española con más población, también está experimentando una profunda transformación que también es preciso tener en cuenta, sobre todo porque en este caso afecta también a un hecho cultural. Andalucía y los andaluces estamos consiguiendo superar y, por tanto, dejar atrás un sinfín de prejuicios y estereotipos históricos que siempre nos han acompañado: región subvencionada, pueblo con señoritos y cortijos, la pereza, el analfabetismo o el fracaso escolar son etiquetas asociadas al andaluz que ahora están dejando paso a cualidades y virtudes diametralmente opuestas como la genialidad, la innovación, la cultura, el esfuerzo, la ambición, la imaginación y el empeño en salir de todos esos pozos de las estadísticas. Andalucía ha ganado en autoestima y hoy es una de las comunidades autónomas con mayor capacidad de desarrollo capaz de competir en muchas facetas con otros territorios más ocupados ahora y desde hace años en delirios independentistas. Andalucía es también un centro de atención internacional donde muchas compañías miran para desarrollar iniciativas. Y, por si alguien aún no lo sabe, tiene uno de los menores índices de absentismo laboral de España, muy por debajo del País Vasco, el primero en la lista –es decir, donde más se falta al trabajo, vaya por Dios– Cataluña o Canarias.
Y este crecimiento cuantitativo y cualitativo debe, sin embargo, alertar sobre los riesgos que, al margen de los beneficios, también conlleva. El propio CEO de Unicaja, Isidro Rubiales, insistió esta semana en que este auge se debe compaginar con que «la sociedad reciba los beneficios del desarrollo». Era una forma de pedir que en esta carrera apasionante nadie se olvide de la gente que la sostiene. «Venimos de una época de mucho impulso, pero tenemos retos sociales para poder compaginar esa capacidad de crecimiento económico con el bienestar de todos los malagueños». «Ése será el gran desafío», insistió: «Que todos los ciudadanos participen del éxito».
Estas afirmaciones las hizo en la asamblea anual de la Confederación de Empresarios de Málaga, cuyo presidente, Javier González de Lara, reclamó un mayor impulso y una mayor planificación para «desarrollar estrategias conjuntas, unirnos las empresas, los empresarios, con las distintas administraciones públicas para diseñar la Málaga que queremos en los próximos veinte años». «Tendremos que estar atentos para que nuestras empresas y, sobre todo, el modelo de ciudad y de provincia, no se nos queden atrás», añadió.
Nadie podrá decir dentro de unos años que nadie lo advirtió, porque muchas personas y desde muchos sectores se viene advirtiendo de una realidad: vivimos una era de desarrollo y crecimiento inédito, pero hay que tomar medidas para intentar que nadie se quede atrás ni se sienta excluido, porque sólo así todo esto que está ocurriendo y ocurrirá tendrá sentido.
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