

Secciones
Servicios
Destacamos
Si se cumpliesen todas las promesas que los políticos vienen realizando desde hace un par de años la crisis de la vivienda se solucionaría en un plis plas. Pero si hay alguna certeza sobre este problema es que la mayoría de esos anuncios y compromisos, ... realizados siempre a bombo y platillo, no se cumplirán y quedarán en el olvido de las hemerotecas. La colección de incumplimientos de algunos líderes sonrojaría a cualquiera, salvo que se tenga la cara de cartón piedra.
Para analizar por enésima vez la crisis de la vivienda es preciso arrancar, como siempre, de varias premisas. Y la primera y más importante es que desde la crisis de 2008 las administraciones abandonaron por completo la construcción de viviendas públicas. La segunda cuestión es que este problema no tiene solución a corto plazo y, por tanto, habrá miles de familias en Málaga que no podrán acceder a la compra o al alquiler de una vivienda.
Para agilizar los plazos serían necesarias decisiones excepcionales –como muchas que se tomaron durante la pandemia– que permitieran solventar el endiablado entramado burocrático que impide construir a ritmos razonables. Pero ni el Gobierno central ni las comunidades autónomas ni los ayuntamientos están dispuestos a sentarse juntos para acometer actuaciones de emergencia. Esa es la realidad. Como siempre, cada uno desde sus atriles hace la guerra por su cuenta. Y no sólo eso, sino que además se echan las culpas unos a otros.
Lo fácil, como hizo Pedro Sánchez esta semana, es culpar a los ricos, a algunas socimis –y no a todas–, a los extranjeros no residentes, a Airbnb, a Aznar o a cualquiera que pasara por allí. Lo importante, una vez más, era construir un buen relato que cale en el electorado. 'La vivienda, el quinto pilar del Estado del bienestar', se podía leer en el escenario del Museo del Ferrocarril, donde el presidente del Gobierno, arropado por hasta diez ministros, explicó sus medidas para luchar contra la crisis. Y, también como siempre, como si la cosa –quiero decir, las responsabilidades– no fueran con ellos.
Vienen a salvarnos del problema que ellos –junto con otras administraciones y partidos– han creado. Es como si el pirómano nos explicara cómo apagar el incendio.
El problema, les guste o no, se soluciona construyendo más viviendas por la vía de urgencia. Y ello significa agilizando los procesos administrativos, liberando suelos, financiando la urbanización y trabajando todos a una.
Pero, visto lo visto, lo más eficaz para sus intereses es poner una diana a la que todo el mundo apunte. Al principio fueron las viviendas turísticas y ahora son los ricos y los extranjeros no comunitarios y no residentes. En esta especie de inquisición habitacional siempre se busca a alguien a quien quemar en la hoguera de la preocupación e indignación ciudadana.
Aún no se ha escuchado al Gobierno reconocer los errores de la Ley de Vivienda y el impacto que ha tenido en la disminución y el encarecimiento del mercado de alquiler por la sensación de inseguridad y desprotección de los arrendadores frente a los inquilinos. Alguien debería caer en la cuenta de que si están proliferando los seguros frente a la okupación o a los impagos será por algo. Porque la legislación ha impactado negativamente en el mercado del alquiler.
Como siempre, también, el Estado descarga la responsabilidad para atender a personas vulnerables en los arrendadores, lavándose las manos. Al igual que se hace en otros casos, como en la inmigración, es el Estado el que debe atender esas situaciones y, llegado el caso, facilitar alojamiento a esas familias vulnerables.
Si a todo esto unimos una regulación sensata de las viviendas de uso turístico podríamos ir despejando este horizonte tan sombrío. No sé qué pasará cuando, literalmente, en pocos años miles de familias vean que no pueden acceder a una vivienda porque, simplemente, no habrá.
Y da repelús escuchar a Sánchez hablar de que la sociedad se divide entre los que heredan pisos de sus familiares y los que no. No deja de ser otra forma de polarizar, de enfrentar, de estigmatizar a los que reciban de sus padres una vivienda. Y claro, uno no puede dejar de pensar que el día menos pensado buscarán la forma de sancionar fiscalmente –aún más– esas herencias.
Mientras sólo se escuchen promesas, propósitos e intenciones y no haya ni una sola medida concreta y eficaz uno tendrá la sensación de que a los mandos de este avión hay unos pilotos que nos llevan directamente hacia el huracán y que, como siempre, saltarán en paracaídas antes de que ocurra la catástrofe.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.