El artículo más impopular sobre La Rosaleda (o no)
Nunca lo reconocerán en público, pero las administraciones públicas se han visto sobrepasadas por el compromiso de una remodelación millonaria del estadio de La Rosaleda como sede del Mundial 2030
Anadie de las administraciones públicas implicadas –Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Málaga y Diputación Provincial– se le pasa por la cabeza poner en duda públicamente ... los beneficios de la designación de Málaga como sede del Mundial de fútbol en 2030. Todos consideran un suicidio político siquiera insinuar que no se está de acuerdo. «¿Qué pasaría si ahora alguien dice que no ha sido una buena idea? Pues que se tendría que ir de la ciudad», dice alguno. «¿Qué habrían dicho los malagueños si se elige Sevilla y Málaga queda excluida? Se habría montado una grande», dice otro. Además, advierten: ojo, que Valencia está al acecho para arrebatar la sede mundialista a quien tenga dudas o muestre síntomas de debilidad.
La realidad es que la mayoría tienen pánico a la posible reacción de miles de malagueños, de aficionados al fútbol y de votantes si uno no se alía permanentemente con el fútbol. Cueste lo que cueste.
Y pueden tener razón. De hecho, cuando el Ayuntamiento de Málaga invirtió 1,8 millones (mas de dos millones con el IVA) en 2022 para ayudar al club a regresar a Primera División nadie –al menos que yo sepa– puso la más mínima objeción porque se consideraba impopular. ¿Quién se podía oponer a ese apoyo para que el equipo malaguista volviera a la gloria de Primera División? Ese dinero se utilizó para fichar al delantero Rubén Castro y el resultado, lejos del ascenso, fue el descenso a Primera RFEF. Con el fútbol y las pasiones no se juega. Cueste lo que cueste.
No significa esto que no sea positivo que Málaga sea sede del Mundial 2030 –especialmente si el legado es un estadio más moderno y con mayor aforo– y que las gestiones para que la ciudad hayan sido una de las designadas se puedan calificar, por la dificultad de las mismas, de éxito. De lo que se trata es de hablar sobre la planificación y coordinación de esta decisión.
Resulta que la participación de Málaga como sede mundialista exige la ampliación del estadio de La Rosaleda hasta los 48.000 espectadores con una inversión multimillonaria entre 230 y 300 millones y, además, en tiempo récord, porque los trabajos deberían estar terminados a finales de 2028 o principios de 2029. Así, como ha expresado el propio alcalde, Paco de la Torre, se han comprometido con la Federación Española de Fútbol y la FIFA. Todo un alarde de agilidad, eficacia y rapidez que sería, la verdad, histórico en este país. Y en esta ciudad.
Ahora, a 48 meses vista de ese plazo, a los políticos malagueños se les hace un nudo en la garganta cada vez que se les saca el tema de la remodelación de La Rosaleda. No tanto por las exigencias técnicas y temporales, sino sencillamente porque a día de hoy ninguna administración sabe con certeza de dónde va a sacar el dinero necesario. Todos, eso sí, confían en que no habrá debate público ni polémica porque están convencidos, no sé si con motivos o no para ello, de que el apoyo será unánime.
La Diputación Provincial se pregunta internamente cómo justificar, especialmente ante los pueblos pequeños, una inversión cercana a los 80 millones de euros. El Ayuntamiento de Málaga, con bastantes proyectos en el cajón por falta de presupuesto, tira para adelante con disparidad de criterios internos, porque hay quienes prefieren un estadio nuevo antes que ampliar La Rosaleda. En este caso, el mayor valedor es el alcalde De la Torre. No tiene dudas de que hay que tirar para adelante.
Y la Junta de Andalucía, que acaba de acordar un crédito con el Banco Europeo de Inversiones para poder financiar el tercer hospital y las obras del metro, anda preguntándose de dónde van a sacar los millones, porque en su caso no solo tiene que afrontar su parte de La Rosaleda sino también la ampliación del estadio de la Cartuja en Sevilla.
Al final, y en eso todos coinciden, el dinero saldrá de algún lado. Y si no, ya se acabará pagando de alguna forma. La cuestión es que resulta desconcertante que un proyecto de esta magnitud se afronte de esta forma y con esta falta de coordinación y consenso, incluso con el mayor usuario del estadio, el Málaga C. F.. Y sí, aunque sea impopular, a las administraciones se les supone la madurez –como a unos padres ante los caprichos de sus hijos– para priorizar, explicar y, llegado el caso, tomar decisiones complejas.
A esta alturas, insisto, a 48 meses vista, lo mínimo que se les puede exigir a todas las partes es explicar a la ciudadanía qué se va a hacer, por qué proyecto de ampliación de La Rosaleda se va a optar, cuánto va a costar y cómo se va a gastar. Y ya, de paso, qué beneficios va a aportar a la ciudad. De lo contrario se corre el riesgo de que el camino hacia 2030 se convierta en un vía crucis para todos pese a que, como se sabe, el fútbol es el fútbol.
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