Linchamientos
Ni somos más fuertes ni mejores: tenemos casi 30.000 muertos, la economía hundida y el nivel de crispación disparado
Tengo para mí que, a estas alturas, el escepticismo no es tanto una actitud como una conclusión irremediable de la observación de la realidad. Cada ... día es más difícil convencerse de que hayamos aprendido algo de esta distopía inédita que jamás, ni en la peor de nuestras pesadillas, pensábamos que nos iba a tocar vivir. Y empiezo a estar ya cansado de esta especie de optimismo pueril al estilo de los manuales de autoayuda o alguna de esas bobadas de 'coaching' emocional que nos invaden. Este pasado lunes por poco me dio un sarpullido cuando vi esa campaña institucional del Gobierno sobre el eslogan 'Salimos más fuertes'. A quién se le ocurre.
Uno puede entender el propósito de infundir ánimo a una población castigada en lo emocional, en lo económico y en lo psicológico después de 70 días de confinamiento. Pero es muy desafortunado transmitir que salimos más fuertes. Claro que no. Casi 30.000 de los nuestros se nos han ido en apenas tres meses, delante de nuestras narices, y sin que hayamos podido hacer nada porque el sistema sanitario, que creíamos infalible, se ha desbordado. Ha sido desgarrador ver llorar de impotencia a enfermeros, médicos y auxiliares. El tsunami nos ha barrido. Y no somos más fuertes cuando la economía va a necesitar un milagro o un esfuerzo de posguerra para evitar que esa imagen terrible de las colas del hambre desaparezca de nuestros ojos y que las clases medias, incluso aquella parte de ellas que esquivaron la crisis de 2008, terminen por volatilizarse.
Y no, tampoco somos mejores que antes de la pandemia. El nivel de crispación es aún más feroz que antes. Volvemos a nuestra esencia del conmigo o contra mí. Y por eso el debate público, el oficial y el que discurre por las redes sociales, está emponzoñado en el insulto, en el linchamiento al adversario (aunque este sea tu amigo o compañero), en la doctrina del odio y los bandos que profesamos con tanta eficacia.
Los aplausos en los balcones estuvieron muy bien, claro que sí. Pero de aquello sólo queda el postureo. Y la realidad es más tozuda que la propaganda.
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