Josep Botifler González-Cambray

En estos días de frío y Covid, conocimos que una familia de Canet de Mar había logrado que la Justicia reconociera el derecho de su hijo de cinco años a recibir el veinticinco por ciento de sus horas de clase en español. Este hecho ha sido el detonante para que el más rancio nacionalismo catalán se inflame y se haga nuevamente presente. Desde que se conoció la noticia se conformó una campaña de acoso terrible contra el menor y su familia. El consejero de Educación de Cataluña, el republicano Josep González-Cambray, obligado a proteger los derechos del menor, no dudó en animar a los catalanes a participar en las protestas organizadas en contra de estos ciudadanos españoles que recurrieron a los tribunales. Nada original, por cierto. El nacionalismo excluyente se repite como el ajo. En 2015 Ana Moreno sufrió en el municipio ilerdense de Balaguer una campaña de odio por el mismo motivo. La mayoría de sus vecinos le hicieron un boicot a su negocio. Por los grupos de padres de WhatsApp y las redes sociales se viralizó un mensaje que los señalaba. Hubo una concentración a las puertas del colegio a la que acudió hasta el alcalde. En este caso también se desarrolló una marcha que fue alentada por las autoridades independentistas catalanas. La manifestación se volvió en contra del consejero de Educación, Josep González-Cambray, que fue tachado de «colaboracionista» y «botifler» (traidor), a pesar de ser uno de los instigadores de la presión sobre los padres. ¿Canibalismo nacionalista?

Canet de Mar debe ser el punto de inflexión para nuestra democracia, un niño de cinco años nos lo exige.