Jajaja y un emoji de aguacate
Hay conversaciones por whatsapp que duran más que algunas relaciones. Empiezas con un «¿Qué tal?» y, tres días después, sigues ahí, atrapado en el bucle ... del «perdona, que se me quedó esto sin contestar». Y no pasa nada. Lo hemos normalizado. Estamos en cinco chats a la vez, participando en conversaciones eternas sin decir una sola palabra en voz alta.
Charlamos con gente que no está. Respondemos al trabajo desde la cama, a los amigos en el baño, a la familia mientras cruzamos la calle y a eso lo llamamos «mantener el contacto», porque hemos puesto un «jajaja» y un emoji de aguacate. Y con eso ya se entiende todo. (O eso creemos).
Total, para que luego tu teléfono te regañe: Esta semana has pasado un 8% más de tiempo conmigo. Gracias, Siri, ya me sentía culpable sin tu ayuda.
Llamar sin avisar es casi un acto hostil. Y hablar cara a cara puede resultar hasta incómodo, porque no hay tiempo para editar lo que decimos. Lo soltamos y ya está. Miedito
Se nos va el tiempo en relaciones virtuales. En chats que no cierran, en grupos de los que no te sales por esa obsesión de no perderte nada. Conversaciones que podríamos resolver en dos minutos en persona se convierten en diálogos circulares porque no queremos parecer bordes al escribir: «Bueno, te dejo». Y así, seguimos.
Valoramos tanto estar ocupados todo el día que hasta en vacaciones hay que planificar las cosas. Todos los años paso unos días en un pueblo con mala cobertura de Internet, donde no hay tiendas, ni piscina, ni oferta de ocio, más allá de charlar con la gente, leer, dar un paseo o mirar las estrellas; ni siquiera tiene un paisaje precioso, así que cero presión para hacer cosas. He descubierto que una semanita fuera de casa, desconectada y sin planes me encanta. Eso sí. Tiene un bar (para todo el pueblo) y la gente se junta en bodegas particulares. Así que el entretenimiento es relacionarse en persona con los demás. Planazo.
Los suecos han inventado hacer fika, una tradición cultural que consiste en tomarte un descanso para compartir café o un dulce. No se trata de comer y beber, sino que es un momento para fomentar la conversación y las relaciones sociales que practican a diario e, incluso, más de una vez al día. Una de sus fórmulas contra falta de luz y la depresión.
Qué buena receta ese café sin prisa para mirar, escuchar… sin gifs y sin tener que poner 'jajaja'» para que el otro sepa que te ríes.
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