Hombres deconstruidos
Las nuevas masculinidades no entienden de edad: las representan Pedro Pascal, Robert Pattinson, pero también Paul Newman, que hoy sería centenario
Una conversación entre dos muchachas de alrededor de veinte años, quizás alguno más, pillada al vuelo junto al Teatro Cervantes: «A mí me gustan los ... hombres deconstruidos. Y él no lo es». Lo tiene complicado el chico. Lo sentimos por él. Nos alegramos por ellas. Parece que les gustan los tipos correctos.
Sucede pocos días después de la lectura de un análisis sobre las viejas y las nuevas masculinidades que representan los actores que desfilaron por el pasado festival de cine de Cannes; en síntesis: los machos alfa Leonardo DiCaprio o Tom Cruise frente a los que nuestras amigas malagueñas calificarían de «hombres deconstruidos» o crecientemente liberados de los mandatos de género, como el imponente -perdón- Pedro Pascal o Robert Pattinson. No es cuestión de edad. En realidad tampoco se llevan tantos años. Es cosa de los papeles interpretativos que escogen. Del modo en que se visten. De su lenguaje corporal. De la manera en que se comportan, en general, en público -y seguramente también en privado-. De los temas de los que hablan y como. Y, sobre todo, de lo que verdaderamente subyace: se perciben como hombres de forma diferente a los clásicos en su relación con las mujeres, ingrediente esencial en el camino a la igualdad.
Hay que insistir: aunque hay un componente generacional indiscutible, porque ahora más que nunca afloran, además de las reivindicaciones feministas, los géneros fluidos, híbridos o las transiciones, no es una sola cuestión de edad. Y es inevitable, sobre todo si hablamos de actores y del cine, que aquí surja el nombre de Paul Newman, que ahora sería centenario y que cedió parte de su salario a Susan Sarandon cuando se enteró de que en una película en la que los dos formaban parte del reparto ella cobraba menos que él. Aunque su apellido (hombre nuevo en español) no sólo le hace justicia por esto, sino en general, su actitud, su autoevaluación constante, su tormento, sus dudas… Además, su sola presencia hablaba por él.
Paul Newman cedió parte de su salario a Susan Sarandon cuando rodaban 'Al caer el sol' porque se enteró que ella cobraba menos que él
Es interesante escuchar las conversaciones entre hombres machos-alfa. Sus risas y de lo que se ríen cuando están en confianza o piensan que nadie (ninguna mujer) les escucha. Y observar también el lenguaje no verbal: palmadas, puñetazos… Su postura, su tendencia a ocupar mucho espacio físico, esa propensión tan típica de los señoros a despatarrarse -hay que ver un solo segundo de 'Tu cara me suena' y a Bertín Osborne para saber a qué nos referimos exactamente-. Ésta es una masculinidad rancia, que se siente muy segura de sí misma y que se reafirma en grupo. Ahora, además, parece que tiene la necesidad de envalentonarse y de salir a la defensiva de sus privilegios.
El mensaje de género de Donald Trump
Es algo que sucede desde las instancias más elevadas, desde la propia Administración Trump: no son pocos los análisis de género que se han efectuado sobre la composición de su gobierno, del mensaje de masculinidad y la feminidad normativa que proyecta. En ese Ejecutivo hay hombres y hay mujeres, sí, pero que responden a los mandatos de género clásicos. El propio presidente de Estados Unidos dijo que sólo reconocía dos géneros: el masculino y el femenino; a los hombres y las mujeres, seguramente con los valores tradicionales adosados a unos y a otras y de los que ni ellos ni ellas pueden despegarse.
Frente a todo eso, las muchachas que compartían confidencias sentadas en un poyete junto al Teatro Cervantes buscan individuos representativos de la nueva masculinidad, ese «hombre deconstruido» (hay que pagarles derechos de autor) cuyas características más importantes son la duda, el cuestionamiento, el autoanálisis, el continuo preguntarse si está haciendo bien las cosas. Es un hombre nuevo. Cómo resuena esa expresión utópica y antigua -anticuada, quizás-, si bien para hacer justicia a lo que realmente se refería habría de sustituirse por «persona nueva».
Pero aquí sí hablamos literalmente de hombre nuevo, de ejemplar masculino de la especie humana que ahora, al igual que las mujeres al menos desde la publicación de 'La mística de la feminidad', de Betty Friedan, en 1963, también analiza el origen de sus malestares, sus malhaceres y cómo corregirlos. En el caso de las mujeres, la reflexión pasaba por caer en la cuenta del lugar subordinado que ocupaban en la estructura social y por la lucha para revertir esa situación. En el de los hombres, ha de discurrir necesariamente por deconstruir el lugar privilegiado que han ocupado e ir despegándose de él.
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