El hombre tranquilo
EN los primeros años de la década de los setenta del pasado siglo ya era evidente que Marbella y la Costa del Sol habían entrado ... en una senda irreversible de rápido crecimiento. Se avecinaban cambios en la vida de sus habitantes, que observaban como se levantaban importantes establecimientos hoteleros en el término municipal y se abría al mar Puerto Banús, del que no se sospechaba entonces que llegaría a tener la fama que adquirió en pocos años.
También fueron aumentando los nombres de personajes famosos relacionados con la ciudad, algunos de los cuales decidieron instalarse en ella después de comprobar su especial clima y una tranquilidad que no habían encontrado en otro sitio. Indudablemente también llegaron los que vieron la oportunidad de hacer negocio en una tierra que se abría cada vez más al turismo.
En ese tiempo aparecieron también unos periodistas que serían testigos privilegiados de todos los acontecimientos que surgían y que se iban multiplicando con una enorme facilidad. Entre ellos un joven reportero gráfico nacido en la ciudad y que ahora anuncia su jubilación, Andrés Lanza, que a lo largo de toda su vida profesional ha dado siempre sentido a la palabra compañero, y hasta la ha engrandecido. Los que hemos tenido la suerte de trabajar con él durante años podemos constatar que Andrés siempre ha roto todos los estereotipos con los que muchos ven a los reporteros, inmersos en la vorágine de la actualidad, siempre con prisas, los nervios a flor de piel y con una vida desordenada propiciada por una profesión que no tiene horas ni manera de planificarla ordenadamente cuando los acontecimientos son imprevisibles y, muchas veces, un poco puñeteros. Él siempre fue ejemplo de lo contrario, manteniendo la calma ante la tempestad y pensando constantemente en que el resultado de su trabajo siempre fuese el mejor posible, el que, en definitiva, deseaba el lector del periódico, la revista o la agencia para quienes disparaba su cámara.
Tiene en su memoria y en su archivo acontecimientos de la historia de la ciudad
La jubilación de un reportero es siempre teórica, más propia de trámites oficiales que de un total retiro de la actividad. Andrés Lanza podrá desligarse, quizás, de que la actualidad del día le marque su agenda con precipitación, pero no de su cámara y de su experiencia para saber plasmar una instantánea. Siempre fue el hombre tranquilo (aunque frecuentemente la tensión luchara por salir de su interior) que nunca quiso ser protagonista marcándose posturitas ante el personal que observaba. Ni siquiera le he visto presumir cuando conseguía una exclusiva. Oteaba el horizonte, se colocaba en el lugar más adecuado que le marcaba su intuición y lograba recoger lo que realmente interesaba, consiguiendo lo que es fundamental en la profesión, que su imagen valiera más que mil palabras, lo que de paso era un enorme favor que nos hacía a los ´plumillas´. Y encima parecía que no había estado allí.
Tiene en su memoría y en su extenso archivo importantes acontecimientos que formarán parte de la historia de la ciudad en la que ha desarrollado siempre su trabajo. Por otra parte, deja `huérfano´ a su compañero Josele, que siempre ha compartido todas las tareas profesionales y que se llama José Sánchez (también de enorme categoría) y no es el nombre de pila de Lanza, como algunos han creido al ver la firma del periódico.
Andrés guarda también numerosas anécdotas y algunos secretos que su carácter discreto y prudente han mantenido a salvo, lejos de la tentación de emplearlas en programas televisivos amantes de las intimidades y de los escándalos personales, que hubiesen estado encantados de dedicarles un amplio espacio. Pero no todo el mundo piensa de la misma forma y, afortunadamente, hay quien mantiene sus principios durante toda su vida.
Todo un ejemplo para quienes se dediquen en el futuro al mismo trabajo. Pero, eso sí, deja un listón muy alto.
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