Histeriosis
Me llama la atención como irrumpen en los noticieros y en las conversaciones cotidianas personas, cosas y situaciones que nos eran totalmente desconocidas
Líbreme Dios de festinar una situación que puede afectar gravemente a más de uno, 152, creo, distribuidos en buena parte de España aunque Andalucía lleva ... la mayor parte. Es que me llama la atención como irrumpen en los noticieros y en las conversaciones cotidianas personas, cosas y situaciones que nos eran totalmente desconocidas hasta ayer y que hoy adquieren importancia colosal. Por suerte desaparecen, devoradas por el cúmulo de novedades que nos atosigan pero nos dejan con un sentimiento de inquietud porque no sabemos nunca el desenlace. Simplemente dejan de bombardearnos con ellas y no se habla más. Me atemoriza que se nos esté ocultando algo y que, de repente, aparecerá su porfiada faz. Recuerdo la crisis griega. A poco de asumir un gobierno populista con un ministro de economía guapetón que se paseaba por Europa desafiando a la todopoderosa Comisión, se desveló que la situación económica de la azarosa península era insostenible. Pero del todo, que las piscinas no registradas -ahí aprendí que había que registrarlas- eran la inmensa mayoría, que si no concurríamos a rescatar al padre de la civilización occidental todo se iba a la porra, que era cosa de días e incluso de horas. Alguna noche me costó conciliar el sueño suspirando por el país helénico y alguna mañana, mi primer pensamiento iba a solidarizarme con aquellos pobres que sufrían el embate de la catástrofe inminente. De repente, el tema desapareció y, al menos yo, me quedé con las ganas de saber en qué paró la cosa. El hombre encargado de las finanzas se hizo humo ante el desencanto de muchas señoras porque era atractivo el fulano, no se vendió, que yo sepa, ninguna isla -porque se decía que una de las soluciones posibles era enajenarlas a caprichosos americanos aspirantes a emular al griego de oro, el Partenón sigue ahí con sus cicatrices provocadas por Elgin y no parece que el fin del mundo haya acaecido. Sobre el Partenón tengo noticias de primera mano porque pequeño Sebastián me las proporcionó bastante después del descalabro que se nos anunciaba con insistencia.
Ahora nos ocupa un bichito -y al calificarlo así recuerdo a otro ministro que metió un poco la pata con aquello del aceite pero, por suerte, no soy ministro- del cual tengo que reconocer no había oído nada en mi vida. Como todas estas alimañas tiene un nombre derivado del griego o del latín de lo más elegante. Por cierto, todos tenemos un nombre en latín -quizá también en griego- y si quiere saber el suyo, o se mete en Wikipedia o se va a hacer el camino de Santiago como la legión de fieles de Marbella que han regresado hace unos días y pide usted su Compostela. Se la extenderán, allí, junto a la plaza de Platerías y le traducirán a la lengua franca su patronímico. Así, mi amigo Antonio volvió Antonius.
La alimaña aquella, a ver si me concentro, es una bacteria que nos tiene preocupados porque además de ser perniciosa es de lo más traicionera. Como el odio, tiene un largo tiempo de incubación y se puede estar tan fresco un día y caer al siguiente por haberse zampado algún alimento contaminado varias semanas antes. Como tenemos la mala costumbre de comer con demasiada regularidad no es fácil distinguir entre lo bueno y lo malo que hemos ingurgitado. Si uno le da cobijo, lo pasa mal unos días pero se repone. El problema radica en la pertenencia a uno de los llamados grupos de riesgo que siempre se llevan la peor parte, en esto y en casi todo. Si hace calor, reciben un golpe y amenazan con irse al otro barrio, si hace frío, cogen una neumonía y, a pesar de los esfuerzos que despliegan en los centros sanitarios, apuntan en la misma dirección. Algunos de los integrantes de este grupo tienen suerte porque a los nueve meses se dan de baja y se quedan tan panchos, panchas debería decir, pero otros no tienen más remedio que pertenecer al elenco de por vida y creo que está bien dicho, lo de por vida. Preventivamente, se aconseja no comer carne, tampoco están las dentaduras para esas huesuras como diría un inmortal y volver a hervir la leche como hacía su señora madre. Por mi parte, no preocuparse en exceso que ya las autoridades sanitarias están sobre la pista y de aquí a dos semanas ha pasado todo. Ya verá.
No olvide que para los martillos todos son clavos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión