LOS HIJOS SON DE DOS
EL FOCO ·
A nadie se le puede escapar que las relaciones de pareja se han complicado, en muchos casos para bien, con la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casaLa baja natalidad está ahí y, como todos los grandes problemas, se trata de algo causado por múltiples factores y, por tanto, sin una solución ... ni fácil ni única ni siquiera capaz de abordarse en los ya manidos pactos de Estado. Que aquí somos mucho de creer en el Boletín Oficial del Estado como la gran panacea y mirar poco a lo que ocurre en el jardín de la sociedad compleja.
A nadie se le puede escapar que las relaciones de pareja se han complicado, en muchos casos para bien, con la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa. De hecho, la dificultad de conciliar intereses y metas laborales, tiempo para la familia y ocio personal hace que haya parejas que opten por soluciones diversas, todas igual de respetables porque parten de una elección de los involucrados. Puede ser, lo vemos a diario, que haya mujeres que, cuando llega la maternidad, se quieran dedicar más a los niños y a la casa y que sea el padre el que, si las condiciones económicas lo permiten, sea el que busque el salario único. Otras no desearán el parón laboral y la familia hará encajes de bolillo para atender a todo. Y, cada vez más, pero no deja de ser infrecuente, el padre decidirá ser él el que le dedique más tiempo al hogar mientras la madre se mantenga en el mercado laboral ganando un mejor sueldo. Ocurre. Padres que están descubriendo el trabajo que durante siglos han hecho las madres y que resulte que lo prefieran a sus jefes, sus objetivos, sus horarios inflexibles. En cualquier caso, esos arreglos no se suelen tener previstos y, en muchas ocasiones, cuando llegan los niños, la negociación de cómo organizarse en casa da lugar a no pocos conflictos.
Laura Sagnier es una consultora que hace unos años investigó sobre los gustos y preferencias de las mujeres y escribió libro. Recuerdo entrevistarla y que expresara su sorpresa ante la cantidad de mujeres que, a diferencia de ella, o de mí, decían que les encantaban las tareas domésticas. A muchos la edad nos va haciendo más tolerantes hacia los gustos y aficiones de los demás. Quién es una para imponer modos de vida. Recuerdo también que me explicara que, para tener a más mujeres en puestos de poder, convendría que, antes de tener hijos, las parejas tuvieran esa conversación sosegada sobre quién de los dos iba a renunciar a qué cosas al llegar los pañales. Que las mujeres se pensaran muy bien, según sus intereses, con quién iban a tener hijos. Ahí nunca puede entrar el Estado. Los decretos no pueden evitar que elijamos como pareja a quien no estará a la altura de nuestras expectativas.
Cuando llegan los niños, la negociación de cómo organizarse en casa da lugar a no pocos conflictos
De todo esto me acordaba con el reciente auto de la juez de Marbella, triste e injustamente popular esta semana por la expresión 'Galicia profunda' que deslizó en el escrito, refiriéndose al lugar elegido por una madre con su hijo para mudarse desde Marbella sin permiso del padre.
Cuando la vida era menos compleja y más dura para muchas mujeres, no cabía más opción que vivir donde el padre encontraba empleo. Pero, ahora, cuando hay que conjugar lugares de nacimiento, de trabajo y otros posibles destinos laborales, la cosa se complica. En el caso de la pareja noticia de esta semana, se habían conocido en Madrid, sin ser ninguno de allí, y se habían mudado a Marbella, donde él ejerce de médico y ella era decoradora hasta que nació el niño. Es inevitable acordarse de Juana Rivas y Francesco Arcuri, que tuvieron Londres como escenario de su enamoramiento, Granada como lugar del nacimiento de su primogénito y una islita italiana como residencia con sus dos hijos. Ya sabemos que el follón empezó cuando ella quiso mudarse de vuelta a Granada sin que él quisiera perder de vista a los niños.
Volvamos a Marbella y a una juez que ha querido, además, aplicar con acertada sorna la perspectiva de género. Resulta que la madre, cuando deciden separarse con un bebé, quiere marcharse a su Galicia natal, a un pequeño pueblo sin ambulatorio, por ejemplo. La Galicia profunda, se siente por los ofendiditos por la expresión. El padre pretendía que se quedara en Marbella, apoyarla económicamente hasta que la madre tuviera empleo y ver así a menudo al hijo que había criado también. Ella quería irse a Galicia y que él le pasara 1.200 euros mensuales. Añadamos a este panorama el ingrediente de la dificultad de las comunicaciones de la Costa del Sol con, sí, la Galicia profunda.
La juez le ha dado la custodia provisional al padre y, además, se ha permitido opinar, como decíamos, sobre la perspectiva de género, ese enfoque que la izquierda quiere convertir en cursillo para una justicia que califica de 'patriarcal' cuando la mayoría de las que ejercen la judicatura son mujeres. Como lo eran, por cierto, la fiscal y la juez del caso de Juana Rivas en Granada. Explica Belén Ureña, así se llama la juez, que no hay que dar por hecho que los niños estén siempre mejor con sus madres porque entiende que precisamente ese estereotipo es contra el que ha luchado el feminismo, para lograr la igualdad. Para entenderlo mejor, demos la razón a la madre y a las juristas de la perspectiva de género que han salido a defenderla: si los niños son de las madres, como decía ella en mensajes a su ex pareja, ¿dónde queda toda la lucha para que el cuidado de los hijos sea en igualdad? ¿dónde queda ese afán de ciertas feministas para decir que los consejos del IBEX deban ser paritarios? ¿Nos están diciendo acaso que si hay madres que llegan allí deben hacerlo asumiendo, además, que ellas cuidan a los hijos porque las mujeres lo hacemos mejor?
En definitiva, Belén Ureña viene a decir que no se puede soplar y sorber a la vez. Que no lo podemos tener todo. Que, como decía Laura Segnier, lo que hay que hacer, antes de tener hijos, es tratar de negociar sacrificios y renuncias. Porque hay que estar dispuestos a hacerlas. Los dos. Porque, a no ser que se haya decidido tenerlos en solitario, en pareja los hijos son cosa de dos y, en una separación, también. Cada vez más. Es complicado y maravilloso y, quizás, una de las múltiples razones de la caída de la natalidad.
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