¿Qué hacemos con Almaraz?
Las propietarias de la central consideran esencial su continuidad para la estabilidad del sistema eléctrico. ¿De verdad hay que cerrarla?
Efeinés Gallego
INGENIERA INDUSTRIAL
Viernes, 7 de noviembre 2025, 01:00
Nos sentimos seguros. En Extremadura y en el resto de España. Almaraz es la joya de su comarca y todos estamos convencidos de que la ... electricidad siempre está ahí. Al menos hasta el 28 de abril, cuando llegó el apagón y algo cambió.
En 2024 las centrales nucleares españolas generaron 52.055,26 gigavatios por hora, el 19,57% del total de la producción eléctrica neta. Llevan 13 años consecutivos produciendo en torno al 20% de la electricidad consumida en España. Trabajan día y noche. Todos los días del año. No importa que no haga sol o que no haga viento. Solo paran para cambiar el combustible: cada 18 meses aproximadamente. Son el gran respaldo de las energías renovables, una fuente de electricidad constante que ofrece estabilidad y robustez al sistema eléctrico. La nuclear de Almaraz es la instalación que más energía eléctrica ha producido en la historia de España, con factores de disponibilidad (tiempo conectado a la red) de sus dos unidades por encima del 90%.
Algo cambió en 2023. Lo leíamos en los titulares: 'El precio de la luz será gratiscasi todo el día'. Se habló mucho del tema, pero no a todo el mundo le interesó. A pocos les inquietó saber qué consecuencias tendría esta situación, aunque muchos lo celebraron. Entre las empresas que generan electricidad, grandes y pequeñas, se instaló una gran preocupación. Si no se paga lo que se produce, hay que hacer números. Y no salen. En marzo de 2024 algunas centrales nucleares se apagaron por primera vez en su historia por «motivos de mercado». Por ejemplo, Almaraz. El fatídico 28 de abril uno de los dos grupos de la central estaba apagado por este motivo.
Las eléctricas llevan años diciendo que las centrales no son rentables. No porque el coste sea alto, sino porque los impuestos y tasas (incluyendo la tasa Enresa para gestionar los residuos nucleares) sitúan la presión fiscal en torno a un 40%. La posición de las compañías eléctricas parecía inamovible: «La continuidad de la operación de las centrales nucleares españolas tendrá que estar inexorablemente unida a la reducción de la desproporcionada carga fiscal que soportan, que se ha incrementado más de un 70% en los últimos cinco años, llevándola a niveles económicamente insostenibles». El Gobierno se negaba a rebajar los impuestos. Pero llegó el 28 de abril y algo cambió.
Endesa, Iberdrola y Naturgy (propietarias de la central) acordaron el 30 de octubre solicitar oficialmente al ministerioampliar el calendario de cierre de Almaraz. La central tiene dos reactores. El primero debe cerrar en noviembre de 2027 y el otro, en octubre de 2028. Eso dice el calendario de cierres fijado en 2018. Proponen una prórroga de tres años para el grupo I y de dos años para el grupo II, de manera que el desmantelamiento se realice en 2030. Las empresas consideran que la continuidad de Almaraz es esencial para asegurar la estabilidad del sistema eléctrico en esa zona con alta penetración de energías renovables y escasa presencia de energía síncrona (convencional).
El Gobierno se mantiene firme. Dice que su posición no ha cambiado. Insiste en que, para estudiar cualquier posible prórroga, esta debe garantizar la seguridad desde una perspectiva radiológica, no suponer un mayor coste para los ciudadanos y ser conveniente para la seguridad del suministro. Pero después del 28 de abril y ante una petición formal, quizás cambie algo. Lo que no ha cambiado es Almaraz.
Corría 1982. Yo estaba emocionada, Mi primer viaje a una central nuclear. Había trabajado mucho para llegar hasta allí. Desde los cinco años quise ser ingeniero nuclear. Terminé la carrera en la Escuela de Bilbao con un sueño: trabajar en Lemóniz. No pudo ser. La vida me llevó a Madrid y allí retomé mi vocación. Tras hacer el doctorado, llevaba más de dos años trabajando en el diseño de centrales nucleares, concretamente en seguridad nuclear. Había llegado la hora de comprobar que la realidad se ajustaba a esos miles de planos y estudios que yo había revisado. Me impresionó la magnificencia de la central. Casi todo estaba ya listo para empezar a funcionar. Todo bajo control, todo seguro, todo perfecto.
Este mes de febrero, más de 40 años después, leo que la Asociación Mundial de Operadores Nucleares ha revalidado para Almaraz su máxima calificación: 'Desempeño ejemplar y excelentes estándares de funcionamiento'. No es casualidad. Cada año se destinan del orden de 50 millones a modernización, actualización y mejoras de seguridad. Solo así se explica por qué Almaraz llega a 2025 con indicadores sobresalientes. No es una planta al límite, sino una instalación excelente. ¿De verdad hay que cerrarla? Todo ha sido complicado, pero tengo fe en que se llegará a un final feliz. Por los extremeños y por el resto de España.
Inés Gallego es socia fundadora de Women in Nuclear, red de mujeres profesionales en el sector nuclear de España, y responsable de sostenibilidad de la ONG Energía sin Fronteras
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