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Viernes, 3 de enero 2025, 01:00
Durante los casi tres años de brutal invasión, el gas ruso siguió circulando por el subsuelo ucraniano hacia la Unión Europea, en cumplimiento de un contrato de 2019 que acaba de expirar y que Kiev anunció con tiempo que no renovaría. Este suministro proporcionaba miles ... de millones con los que el Kremlin financiaba la muerte y la devastación en el país vecino. A la vez, Vladímir Putin chantajeaba a una UE siempre temerosa de la inseguridad energética, que no impuso sanciones a este tráfico pero ha logrado sacudirse progresivamente la dependencia salvo en el caso de irreductibles prorrusos como Hungría y Eslovaquia. En la nueva situación, Ucrania se apunta un tanto político aunque se despide de 700 millones por año.
Y Rusia, cuyo gran potencial económico es la exportación de energía, dice adiós a unos 6.000 millones en un momento crítico para Gazprom. La gasista, que en una antigua propaganda se ufanaba de poder «congelar Europa», ve cómo sus acciones han perdido el 70% de su valor respecto a la etapa anterior a la guerra. Putin, con todo, intenta obtener algún rédito: castiga al territorio separatista de Transnistria para envenenar las próximas legislativas en Moldavia.
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