Frágiles
Esta pandemia nos ha colocado frente al espejo de nuestra propia fragilidad
Quizá no seamos aún conscientes porque estamos dentro del confinamiento, inmersos en esta situación extraña más próxima a una dimensión de ciencia-ficción que a ... la realidad. Pero como ocurrió tras el 11-S, nada volverá a ser lo mismo cuando todo pase, que pasará.
Esta pandemia nos está dejando una inmensa lección de vida, sobre todo porque nos ha colocado ante el espejo de nuestra propia fragilidad. Ni los gordos ni los flacos, ni los más listos ni los más tontos, ni los del norte ni los del sur. Todos, sin excepción, nos hemos quedado desnudos con nuestra vulnerabilidad ante un bichito capaz de someter a todo el planeta con la fuerza de un tsunami universal. El coronavirus, del que nos reíamos hace apenas unos meses con sorna y desprecio, nos ha vaciado literalmente las defensas y ha puesto en jaque desde la Casa Blanca hasta Melilla, sin permitir un ápice de resistencia en ningún rincón del mundo.
Por eso los aplausos al personal sanitario. Porque de golpe nos hemos visto como niños descalzos en medio de la ventisca; conscientes de que sólo ellos (enfermeros, médicos, auxiliares, celadores, científicos...) podrán protegernos.
Por eso ese reconocimiento enclaustrado y acongojante desde los balcones. Con la pandemia hemos aprendido que ni las pancartas ni las revoluciones ni los gurús sabrán calmarnos la fiebre de esta y de otras pesadillas. Sólo esos ángeles de bata blanca a los que en tiempos de soberbia les hemos vejado y golpeado sabrán abrigarnos frente a la amenaza. Por eso el nudo en la garganta cuando el otro día surgió el gesto espontáneo de toda la ciudad, de todas las ciudades. Héroes que sólo esgrimen su trabajo, ni eslóganes ni promesas. Ternura y oficio para abrir una vía o jugársela en un quirófano y a menudo en la consulta, como mi médico de familia, la doctora Sonia Alcaraz, que estos días también le planta cara al virus armada con ojo clínico y mascarilla.
Por eso, cuando escampe será mejor recordar estas lágrimas de homenaje para no perder de vista quiénes somos. Saber quién vendrá al rescate cuando perdamos la siguiente batalla.
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