LA pandemia está dando para muchos jardines. Esta semana le ha tocado a Teresa Rodríguez colarse en uno bien laberíntico. Al ser preguntada sobre qué ... le parecía la propuesta de una dirigente de Catalunya en Común Podem de desmontar la estatua de Colón en Barcelona, la política de Rota respondió: «Colón también, pero habría que ir a por otros», en alusión a las fortunas españolas nacidas de la trata de esclavos. Las protestas con derribo de efigies de negreros en países europeos por el asesinato de George Floyd ha reverdecido la vieja y falsa teoría de un norteamericano de Los Ángeles que logró desmontar la estatua de Colón en esta ciudad atribuyéndole al navegante genovés prácticas genocidas en la América colonial, algo desmentido por historiadores.
Teresa Rodríguez también ha rectificado, porque insiste en que nunca quiso referirse a Colón. Pero ya era tarde para las redes sociales, que le arrearon fuerte. Un tuitero propuso con gran ironía que se destrozaran también las estatuas y toda la obra de Diego de Velázquez, ya que es conocido que utilizaba esclavos en su taller, como era la costumbre de la época. Uno de estos esclavos fue Juan de Pareja, morisco de Antequera que aprendió el oficio con el pintor y que fue manumitido estando los dos en Roma y tras pintarle Velázquez el famoso retrato hoy colgado en el Metropolitan de Nueva York. Este Juan de Pareja llegó no solo a ser libre, sino también pintor y algunos de sus cuadros se exhiben en pinacotecas como la del Prado.
Aunque la del esclavo de Velázquez parece una historia de corazón blanco, la de la esclavitud es oscura y tenebrosa. Si bien una lección de la Historia es que no hay que revisarla con los ojos de hoy porque nos destrozaría, sí debe servirnos para denunciar y arremeter contra las mil formas de esclavitud y xenofobia que aún en este XXI no han sido abolidas.
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