CUANDO LA ÉLITE ES JUSTICIA SOCIAL
EL FOCO ·
Las leyes educativas pasan pero siempre habrá familias con expectativas altas para sus hijos y las que crean que centrarse en estudiar y formarse tampoco es para tantoLas leyes educativas pasan pero siempre habrá familias con expectativas altas para sus hijos y las que crean que centrarse en estudiar y formarse tampoco ... es para tanto. Padres que exigirán responsabilidad con los deberes y otros que convocarán una huelga para denunciar que les parecen excesivos. Los habrá que sigan diciendo en casa que el profesor siempre tiene razón y cada vez más que regañen a los docentes por suspender a sus hijos. A veces se nos olvida que, por mucha ley sin consenso, las culturas familiares sobre la formación influyen mucho más y, si no, ahí están las comunidades de chinos e indios por distintos sistemas escolares del mundo. En España, tenemos la diferencia de resultados en PISA entre Soria y Cádiz, por ejemplo, con la certeza de que algo tendrá que ver la salida de poner copas en un chiringuito frente al futuro duro de dedicarse a los campos elogiados por Antonio Machado para que los niños castellanos se esfuercen más, con menos alternativas de ocio en sus calles.
El otro día, en la sala de la exposición temporal del Museo del Patrimonio Municipal, donde cuelga una exposición sobre el diseñador Manolo Prieto, Juan Aguilar, profesor de la Facultad de Bellas Artes, hablaba de «estimar» y no de «subestimar» a los alumnos. Le escuchaban un grupo de estudiantes de Bellas Artes y de San Telmo que aceptó el reto de reinterpretar una obra de Prieto con la limitación de hacerlo en los márgenes del logo del MUPAM. El resultado, colgado en la sala, es magnífico. Los alumnos tomaron la palabra y agradecieron a sus profesores el desafío por haberles permitido demostrarse de lo que eran capaces.
Cuando hablamos de malos resultados educativos, a veces nos olvidamos de un porcentaje de familias y alumnos que aceptan gustosos desafíos de excelencia. Los cientos que se preparan la argumentación para la pregunta de un debate escolar, profundizando en el tema propuesto como jamás se hace en las clases. Tampoco mucha gente sabe que, cuando llegan estas fechas, por ejemplo, más de 800 alumnos andaluces adolescentes acuden a una prueba para conseguir ser de los 50 elegidos que, durante las mañanas de los sábados, irán a las facultades de Matemáticas de Sevilla o Granada a que les enseñen, les pongan retos, con problemas más complicados a los del instituto. Estos niños forman parte de Estalmat, un programa de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales dedicado al Estímulo del Talento Matemático, fundado por Miguel de Guzmán. ¿Cómo llegan noticias de este programa a las 800 familias andaluzas que anualmente quieren que sus hijos formen parte de él? Por el boca a boca, por un puñado de profesores que estiman y no subestiman a sus alumnos. Saben que algunos de ellos podrán. Profesores que los preparan para ir a las olimpiadas de Matemáticas o de Física y que, para ello, no dudan en dedicar tiempo de recreo. Durante años, fue curioso comprobar cómo había alumnos malagueños en Estalmat que salían de un instituto de Coín. Una averiguación me llevó hasta Sebastián Agüera, hoy jubilado, un profesor que les ponía retos matemáticos a los niños en una octavilla para que lo pensaran durante los recreos de la semana.
La semana acaba con la buena noticia de la elección de Málaga para la instalación del centro de I+D de Vodafone
Igual que hay padres dispuestos a sacrificar mañanas de sábado para llevar a sus hijos a Granada, los hay que, al estar lejos, buscan residencia en Torre del Mar a chavales de 16 años que quieren entrar en el exigente Bachillerato Internacional en el IES María Zambrano, el primer público en dar una oferta académica por la que hay familias que pagan bastante dinero. Entre otras, las que pueden mandar a sus hijos al internado de Gales donde irá la Infanta Leonor en septiembre. Existe justicia social en dar a chavales que no pueden pagarla una educación de élite. No hay que tener miedo a la palabra. Élite, que no vemos mal, insisto, cuando se trata de la práctica deportiva.
Ahora mismo, la Junta de Andalucía evalúa centros públicos donde impartir más bachilleratos internacionales. Hay demanda para alumnos capaces de más de lo que les ofrece el bachillerato normal, deseosos de mezclarse con otros dispuestos a autoexigirse mucho. Fue la idea que estaba en los bachilleratos de Excelencia de la Comunidad de Madrid. En el primero, en el San Mateo de Malasaña, se siguen mezclando hijos de altos ejecutivos con los que quizás vayan a ser la primera generación de universitarios de barrios más humildes. En Andalucía, los bachilleratos internacionales están empezando a funcionar así.
PISA nos señala que en España faltan alumnos brillantes. En los últimos años, ha habido una explosión de evaluaciones de niños con altas capacidades, que acceden a talleres especiales y disfrutan con clases los fines de semana que les llevan a todo su potencial. Cualquier iniciativa, ya sea Estalmat, los Bachilleratos Internacionales o distintos talleres para conseguir que los que puedan, hagan y aprendan, es más que necesaria. El enorme reto es hacer accesible esas iniciativas a los que más las necesitan, a los que por el capital cultural -el que más pesa- de sus casas no tengan recursos fuera del colegio para que florezca su talento en su máximo potencial.
La semana acaba con la buena noticia de la elección de Málaga para la instalación del centro de I+D de Vodafone. El otro día, en una conferencia en el CAC, se citó al teórico del urbanismo Richard Florida y su tesis de las tres 't' para señalar a las ciudades que destacan: tecnología, tolerancia y talento. Este último hay que detectarlo, empujarlo, ponerle retos, sobre todo, en los barrios más humildes. Conseguirlo es uno de los desafíos de los sistemas educativos. Estímulo del Talento Matemático, como el programa de la Real Academia de Ciencias, pero no sólo. De todo tipo. En oratoria y en diseño gráfico. Sin miedo a la élite. Es de justicia social. No hacerlo sería otra manera de fracaso escolar.
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