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Ducharse o no ducharse en la playa? Esa es la cuestión. No es que me guste irme a casa con arena, es que la sequía ... ha dado un respiro, pero volverá y debería pillarnos con los deberes hechos y concienciados con que hay que ahorrar agua, porque no es infinita. Pues resulta que en la teoría lo estamos haciendo así, pero cuando llegamos a la práctica empiezan las incoherencias.
Es curioso que en la franja litoral, gobernada por alcaldes del PP, a los que se supone una estrategia común, se haga la división entre la zona oriental (la más castigada por la sequía), que mantiene las duchas cerradas y sólo abre los lavapiés, y la zona occidental (que también la ha sufrido, pero sin tantas estrecheces), que las tiene abiertas. Sequía ha habido la misma en toda la provincia, lo que ocurre es que algunos municipios, por su situación geográfica, disponían de más reservas que otros. Pues ¡Viva la solidaridad! Cada uno ha hecho, literalmente, lo que ha querido.
De haber sido los ayuntamientos de distinto signo político las acusaciones nos hubieran tenido muy entretenidos a los periodistas. A veces las explicaciones son más simples: cada uno hace lo que cree que le va a reportar más simpatías de sus ciudadanos y electores. Y el que no pueda, que se busque la vida.
Claro que es complicado transmitir la idea de que la falta de agua sigue acechando y hay que ponerse las pilas y luego a la hora de actuar hacer cada uno lo que le da la real gana.
Más pedagogía. En unos pocos años la ola antitabaco se ha extendido por las playas de Málaga y ya hay 19 «libres de humo». De momento se trata de sensibilizar a la población, ya que para prohibirlo hay que modificar la ordenanza municipal, pero la última en incorporarse, Cala Bonita, en Benalmádena, quiere hacerlo. Afán de legislarlo todo, se quejarán algunos. Yo creo que están velando por nuestra salud y, de paso, tratan de inculcarnos un poco de civismo. Lo fácil para un ayuntamiento es mirar para otro lado, que cada cual haga lo que quiera, y esperar a que una administración superior lo decida. Y, según como sople el viento, apuntarse luego el tanto o encogerse de hombros y decir: «Me obligan».
Por suerte las cosas evolucionan. También viajábamos de pequeños sin cinturón de seguridad, creíamos que habría una revolución cuando se prohibió fumar en los bares, tirábamos la basura toda junta y utilizábamos bolsas de plástico sin duelo cuando eran gratis en el súper. Y no ha pasado nada, oiga.
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