Dolores Garzón Delgado
La justicia no tiene premio. Sostiene a la libertad. No se doblega ante el poder. Es el asidero de la democracia. El contrapeso necesario a ... los excesos de la política.
La coleccionista de escándalos Dolores Delgado ha sido protagonista esta semana por haber sido designada como fiscal de Sala de Memoria Democrática y Derechos Humanos. De forma arbitraria y sin respetar que el Parlamento ya estuviera disuelto, Álvaro García Ortiz, retorció los procedimientos administrativos para dejar bien posicionada a su mentora y predecesora, adelantándose así al más que previsible cambio de Gobierno. Para la mayoría del Consejo Fiscal era la candidata menos idónea porque su pareja actual, Baltasar Garzón, ejercerá una influencia decisiva en el desempeño de su responsabilidad por su trabajo actual en su fundación relacionada con su particular defensa de los derechos humanos. Esta designación es el último episodio de una sucesión de nominaciones discrecionales sanchistas que la llevaron de su escaño al Ministerio de Justicia, después a la Fiscalía General y posteriormente ascender a la máxima categoría de la carrera fiscal. De todos sus cargos ha salido mal, el parlamento la reprobó en tres ocasiones, pero su relación con el juez inhabilitado pesa más que otro tipo de consideraciones profesionales. No podemos olvidar que el amigo íntimo de Garzón, José Ricardo de Prada fue el autor intelectual de la condena al PP en la sentencia del caso Gürtel que dio paso a la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy en 2018 .
El desprecio a los usos democráticos, el socavamiento de las instituciones del Estado, la tentación de monopolizar la Justicia, el ejercicio sectario del poder, resumen el legado que va a dejar Pedro Sánchez.
Dolores Garzón Delgado es un zombi de la política y de la fiscalía, que siempre ha entendido su ejercicio público como un servicio a aquel que confió en ella por saber que su comportamiento siempre estaría comprometido.
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