Divorcios
La conflictividad en el seno de las familias, como en cualquier otro sitio, aumenta y si la cantidad de rupturas no es superior es porque los enlaces no hacen más que disminuir
SE destaca en algún periódico -no recordaba si español o británico, el problema de la hiperinformación- que las tasas de divorcio han disminuido hasta casi ... alcanzar los niveles de 1971. Pensando mínimamente tiene que haber sido en Inglaterra porque en España en 1971 no había divorcio ni nada que se le pareciese. Me llamó la atención la noticia porque hay pocas cosas que hoy sean comparables a las que regían hace tanto tiempo. Especialmente en lo que se refiere a las condiciones en que se organiza la sociedad. El tema me interesa especialmente y, por eso, hice una pequeña investigación sobre las estadísticas a las que pude echar mano. Los ingleses manejaban cifras absolutas desde el año antes mencionado cuando un poco menos de 75.000 parejas habían decidido dejar de serlo. El número se había disparado en los años noventa cuando había alcanzado a más de 165.000. 2018 era el último año computado ya que todavía quedan unos días del presente y, según lo que dicen, los días navideños son propicios para las riñas domésticas que pueden desembocar en que cada uno tome su rumbo propio. Sólo había afectado este fenómeno este año a ciento ochenta mil ciudadanos, cálculo al que llego porque los divorcios fueron 90.000 y para divorciarse, igual que para bailar el tango, se necesitan dos. Desde los dos mil, la tendencia era a la baja. En España, en cambio, la tendencia es a mantener una posición dudosamente atractiva. 120.000 es el número sobre el que ronda la estadística. Importante, tomando en cuenta la total población es, comparada con la del Reino Unido casi la mitad. Nosotros facilitamos el análisis al compararlo con el número de casamientos y se llega a tristes conclusiones en cuanto a la proporción..
La conflictividad en el seno de las familias, como en cualquier otro sitio, aumenta y si la cantidad de rupturas no es superior es porque los enlaces no hacen más que disminuir. A pesar de eso, coger cita en determinados templos, la Encarnación en Marbella, por ejemplo, no digamos nada del Sagrario en Málaga, sigue siendo difícil. Cierto es porque todo el mundo prefiere los sábados o, apurando mucho, los viernes. Nadie osa casarse un martes por aquello de que no te cases ni te embarques ni de tu casa de apartes y si queremos una fiesta, que la queremos, no se puede contar con el personal los días laborales. La elección no es tan rigurosa si se opta por el matrimonio civil que se ofrece a lo largo de toda la semana.
Parece que hay consenso en que los nuevos modelos de convivencia han contribuido a no tener que echar mano a este odioso remedio. La vida en común, no diré la cohabitación por lo mal que suena, como un sistema de convivencia previa a formalizar la relación o como sustitutiva permite descubrir previamente lo difícil que resulta y los defectos del compañero o compañera, celosamente escondidos durante el noviazgo tradicional. El acuerdo de dejar de vivir juntos no se registra en parte alguna, salvo que se haya accedido al registro de parejas de hecho o haya hijos en común.
Cuando asisto a ceremonias donde se contrae el vínculo, me sigo emocionando con las admoniciones que se escuchan y que se toman algo a la ligera. Aquello de la salud y la enfermedad, la pobreza y la riqueza, lo de todos los días de tu vida resulta impresionante. Los contrayentes no se arrugan, ni siquiera se toman un momento para reflexionar y contestan automáticamente que sí, que adelante, que hay muchos invitados y que nadie espera sorpresas en el desarrollo del acto. Cuando no interviene la iglesia se suaviza el trámite porque los artículos del Código civil que se leen no exigen permanencia eterna. Claro que tampoco son muy invitantes si no fuera por los sentimientos que animan a los firmantes. Aquello de vivir juntos más que una obligación se considera en esos momentos como un desiderátum y el respeto y el auxilio mutuo se da por sabido aunque después.... Y lo del interés de la familia viene como de añadidura. He asistido a varias ceremonias que no son auténticas sino reproducciones de la que se ha celebrado hace unos días en el lugar correspondiente. Y tiene mérito el procedimiento porque nadie puede alegar que no sabía en lo que se estaba metiendo cuando se ha casado por duplicado.
En estos días se cumple medio siglo de mi exposición al divorcio que voy sorteando como puedo.
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