David triunfó
Los pequeños despiertan simpatía. No me refiero a los niños que ya están canonizados a todos los efectos y son los reyes del mundo. Gran ... diferencia con los tiempos pasados en los que éramos unos desgraciados que nadie nos tomaba demasiado en cuenta. Nos exhibían a las visitas a las que debíamos saludar muy cortésmente y luego desparecer haciendo el menor ruido posible. En la escuela lo pasábamos pésimo, siempre pendientes de los resultados de algún examen del que dependía las relaciones con nuestros mayores durante un período más o menos prolongado según la gravedad del asunto. Además, mirábamos permanentemente el futuro que se nos antojaba difícil. La pregunta típica que se nos formulaba es qué seríamos «cuando grandes» o «de mayor», atendida la latitud del interesado. Siempre teníamos una respuesta a mano porque dedicábamos buena parte de nuestras reflexiones al interrogante. Médicos, enfermeras, Abogados, bomberos, maquinistas, bailarinas... Hasta el más menguado de espíritu tenía su ilusión. Hoy no es así. La infancia vive el presente y es comprensible porque para ella es estupenda. Ninguna responsabilidad y todos los beneficios. Si suspendes una prueba no pasa nada, te asignan un profesor particular que, por supuesto, no pagas ni siquiera contribuyes a su estipendio con tu mesada. Si le pegas al profesor no te castigan, te envían a terapia, a un orientador o a un psicólogo. Si haces una pintada en la pared, los vecinos se aguantan y hasta a alguno le parece bonito. Si con el patinete atropellas a una vieja, peor para ella. Ni en Jauja.
Me quería referir a otra cosa y, como de costumbre, me he despistado. Como he estado algunos días, no sé si de vacaciones o, por lo menos, dedicado a otros menesteres, he comprobado un fenómeno que me llena de zozobra. El comercio ha cambiado de manera sustancial y con esto no estoy revelando nada nuevo pero no deja de ser algo notable. Antes, lo más grande que había, me refiero al minorista, eran unas galerías que tomaban su nombre de la calle donde estaban en Madrid, por supuesto. Después llegó una cadena que, a lo mejor, con esto del Brexit habrá que cambiar de nombre. Todo lo demás se despachaba en establecimientos pequeños a cargo de unos cuantos dependientes que de tanto verlos les llegabas a conocer y ellos también a ti y hasta, algunos, recordaban tus preferencias. Había un trato personal continuado que exigía vencer la natural timidez que embarga a la mayoría de los seres humanos. La vez que había que pedir y el respirar en el cogote del que te antecedía en el turno, obligaba a comprar lo justo, lo que se había ido a buscar. Este sistema parece estar agonizando. Aunque aún aletea, la enorme variedad de los productos a los que aspiramos exige que su dispendio se haga en las llamadas grandes superficies a las que estamos condenados a concurrir. Cierto es que algunos lo hacen no como un castigo sino con delectación. Los productos están a la vista y el contacto con los semejantes se limita a la orientación para encontrar una determinada especie, siempre escondida pero generalmente a tu vista y a la cajera o cajero y, en este caso, no siempre, porque se están imponiendo las máquinas que te hablan pero que no te entienden, se tragan tu dinero, te regañan si no pones tu compra en el sitio que se le ocurre al inanimado interlocutor y te da el cambio la mayor parte de las veces en moneda. Se puede ser mudo y realizar la compra.
Es aceptable como signo de los tiempos pero nos estamos pasando. Los centros de las ciudades, Marbella es un ejemplo, se están despoblando de las tiendas tradicionales en beneficio de polígonos construidos en las afueras donde se puede aparcar con más facilidad. Bueno esto es un decir porque la facilidad es más aparente que real. Hay tiendas en esos sitios según he comprobado que ya desprecian la zona tradicional y se instalan allí, con toda desfachatez. Ropa, generalmente, como si careciéramos de ella. Lo más grave, a mi juicio, es que los honrados comerciantes de toda la vida, ante la imposibilidad de suministrarte lo que buscas en todas sus variedades te estimulan a encontrarla en los supermercados de productos. Vaya a... Las farmacias, en cambio, que resisten, te ofrecen traerte el medicamento por la tarde.
No debemos dar la batalla por perdida. Si David siendo pequeño triunfó ¿por qué Ud. no?
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