Cultura de salón
Qué mejor director de una autonomía de más de cinco millones de habitantes que un torero veterano
Pasó el tiempo del bombero-torero como reflejo sociológico de una época. Ahora ha llegado la del torero-politiquero. En Valencia asoma la nueva España. ... El extorero Vicente Barrera, de Vox, ha sido designado como vicepresidente del gobierno autonómico y consejero de Cultura. A puerta gayola. Qué mejor director de una autonomía de más de cinco millones de habitantes que un torero veterano. Pasodobles, corridas, capeas, encierros, becerradas. A la cultura la llaman hermana pobre. Es tradicional. A sus dependencias institucionales suelen ir a parar los recortes, los compromisos territoriales, los remanentes políticos. Con excepciones honradísimas por supuesto. Se les otorga un bajo presupuesto y la consideración de adorno, de florero al que se le deja de cambiar el agua en cuanto aparecen los primeros nubarrones de una crisis.
En el caso del torero que nos ocupa no es así. Vox cree en la cultura. Mejor dicho en eso que para ellos es la cultura. Manifestaciones populares de arraigo viejo. Correa de transmisión de unos valores que nos hermanan en un prodigioso viaje por el túnel del tiempo con la España de Siempre. Es decir, con la España de Nunca. Porque nunca existió esa España de gente laboriosa y feliz que no se metía en problemas, o sea, en política, y navegaba dichosa en su seiscientos guiando a su beatífica prole hacia un sol siempre naciente. Aquella España tranquila. Tranquila como derivado de tranca.
El Cossío en edición de bolsillo sería una buena medida para inaugurar el mandato de Vicente Barrera. Alguien del sector más recio del PP puede hacerle el prólogo. Porque esto, el nombramiento de Barrera, es el epílogo de la trillada línea roja que impidió a los populares admitir a Carlos Flores en el gobierno valenciano debido a su condena por delitos de género. La política de Vox en ese campo es retrógrada, está claro. Sin embargo, por muy poquísimo que nos guste ese individuo, ya saldó sus cuentas con la Justicia. Atendiendo a la consideración progresista de reinserción, no parece muy lógico seguir considerándolo un delincuente. No es de recibo que unos criminales puedan reincorporarse a la sociedad y otros queden estigmatizados de por vida. Y eso también sirve para la gente de Bildu, por mucho que duela. Cumplida la condena, cualquier persona deja de ser un reo y pasa a ser un ciudadano con todos los derechos. No se puede grabar a fuego a la gente, por muy poco, insistimos que esa gente nos guste. Lo que sí se puede hacer es no votarles, silenciarlos o, en el peor de los casos, dejar que por sus obras se retraten, que es exactamente lo que ha ocurrido en Valencia.
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