Mi compadre está contento
O, por lo menos, debería estarlo porque desde hace años, y mira que hemos compartido lustros juntos, tiene entre sus muchas inquietudes, la preocupación de ... las condiciones del tanatorio de Marbella. Y su inquietud es sincera y no interesada. Él no piensa morirse nunca y yo deseo fervientemente que así sea. Pero, claro, ninguno estamos libres de acompañar a una familia porque uno de sus miembros ha partido. No sé cuántas veces he estado en esa veredita -que no podríamos llamar alegre como la de Chabuca- con deudos y amistades del finado. El cuartito donde debería velársele es, como todos sabemos, totalmente insuficiente para cobijar a las relaciones de cualquiera, salvo que sea un pelagatos o le afecte la maldición que se cernía a aquel célebre Potaje: cuando te mueras vas a tener que ir solo al cementerio. Tan querido era aquel hombre, un policía municipal, que, por cierto, pocos recuerdan y que desapareció, quizá con el advenimiento de la democracia. Estaba en todas partes y nos propinaba unas multas de aquí te espero. Como la concurrencia no cabe en el habitáculo preparado para el efecto, se traslada afuera lo que da una sensación de que ha pasado algo. Sensación correcta porque efectivamente algo ha sucedido. A nadie en su sano juicio se le ocurre transitar por esa acera, en todo caso, está la de enfrente. Ahora no se puede circular de ninguna de las maneras porque con las obras de acondicionamiento toda la calle está cortada y parece que desde hace algún tiempo. Leo que todo estará listo después del verano así que ya nos podremos morir con tranquilidad.
Me recordaba el otro día un paisano que el primer cementerio de Marbella estaba en el castillo, curioso lugar para que le diese cabida. Se hizo claramente insuficiente y algún munícipe con visión de futuro propuso y consiguió su instalación, lejísimos de la ciudad. Esa lejanía ha desaparecido y ha quedado en el centro. No conocí el encastillado pero recuerdo vivamente cuando se trazó la circunvalación -a bastante distancia de la población y se unió la Huerta Belón con aquella zona. El resto es historia y hoy, en su cercanía no cabe un chavo más como diría el Chapulín. Ni fuera -no hay terreno edificable- ni dentro ya que si no tiene Ud. un panteón o un nicho predispuesto, se tiene que ir con su pena a otro lado. Esto de haber duplicado los camposantos ha creado más de un problema. Con la manía local de no llamar las cosas por su nombre -me refiero a las calles y eso, no pretendo atribuir hipocresía al conjunto- se habla del antiguo y del nuevo y el que viene llegando no sabe cuál es cual. Porque no puede fiarse de las apariencias -en general, nunca es bueno hacerlo- porque ambos se ven bastante usados. El llamado «nuevo» es otro monumento que quita las ganas de pasar a mejor vida. Un par de salas oscuras y una capilla donde no cabe nadie lo que hace que el personal se quede afuera y mate -perdón por el poco apropiado término que empleo en estas líneas- su tiempo charlando de lo buena persona que era el difunto. Y, también, de alguna otra cosilla que hacía tiempo que no nos veíamos y la liga -que no se sabe cuando empezará si es que empieza- promete estar muy interesante. De política sí que no se habla pero no por prudencia sino por hastío. Además, todo el mundo está de acuerdo: el gobierno es un desastre pero cuando llaman a votar, se vota para que continúe. Con la cháchara, apenas si se oye el oficio y hay que adivinar lo que se dice. Por suerte o por desgracia hemos asistido a unos cuantos así que sabemos de qué va lo cosa.
A pesar de que en Barcelona hay unas instalaciones de película -no es malo todo allí- parecen aeropuertos no me gusta la idea de los tanatorios, definidos como edificios en que son depositados los cadáveres durante las horas que preceden a su inhumación o cremación. El término sólo se incorpora al diccionario, a pesar de su rimbombante nombre y su prístina etimología, en 1992 y, entonces, como edificio destinado a velatorios y servicios relacionados con ellos. Hay que fijarse en el cambio del concepto.
A pesar de su relativa novedad, se han implantado de manera muy contundente y parece que todos fuésemos para allí. Pues, no: por mucho que se esfuerce el Excelentísimo, siguen sin gustarme.
En casa como en ninguna parte.
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