¡Qué gran invento la bicicleta! De niños, nos atrae a todos. Ese artilugio tiene algo de magia, sin duda. Nos permite mantenernos en equilibrio ... a base de ir hacia adelante. Y si no nos dejamos seducir por la velocidad, nos introduce en un paseo acompasado que mejora nuestra percepción del mundo alrededor y abre nuestros ojos hacia el descubrimiento y disfrute del paisaje.
Sobre una bici me ha gustado recorrer ciudad y campo. Trenzando recorridos entre las carreteras de las afueras y enlazando calles desde dentro de ella fui tomando la escala a mi ciudad natal. Lo que no me podía imaginar es que mi afición por la bicicleta me iba a llevar a un reencuentro con la arquitectura.
Iniciándose la Vuelta a España en Burgos con una etapa contrarreloj el sábado pasado estaba yo frente al televisor, cuando un maestro de la cámara hizo pasar mis ojos del cuerpo del ciclista al fondo del plano visual que resultó ser la catedral. Cada tres minutos otro ciclista iniciaba su marcha y yo volvía a ver la fachada de la catedral como fondo de la acción. Y así, entre planos que seguían ciclistas, poco a poco me fui haciendo consciente de su portada al sol de poniente, puerta y rosetón oscuros contra la piedra clara, cielo azul contra masa de piedra, cascos galácticos contra gótico del medievo.
Muchos historiadores se desviven escribiendo textos que solo los doctos en la materia entienden. Muchas veces arquitectos alrededor de mesas redondas para explicar un proyecto o una obra nos desmelenamos con circunloquios que no consiguen llegar más allá de nuestras camisas y a nadie más allá de nuestros colegas.
Y ahí está la catedral de Burgos, en contra fondo, contra el movimiento del ciclista. Ahí está explicándose sola: quietud contra velocidad, masa contra ligereza. Se nos olvida que para hablar de arquitectura hay que recorrerla. Y si no podemos cruzar los edificios que deseamos conocer, bien podemos contemplarlos tras una persona aunque sea vestida de astronauta y sobre dos ruedas. Podemos así medir su tamaño contra la figura humana. Y después entender masa y vacío, luz y sombra, gravedad y equilibrio, dualidades que la buena arquitectura conlleva y que hace que guste a todos los que la recorren, entendidos y no entendidos.
No solo son posibles ciudades con bicis. Las bicis, además, nos pueden llevar a aprender algo de historia y a asombrarnos con la arquitectura. Recuerdo ahora a Julio Llamazares invitándonos a recorrer España de catedral en catedral, por las páginas de un libro. ¡Bravo por el cámara y el regidor de la Vuelta! ¡Hurra por las bicis contra las rosas de piedra!
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