Cervantes en el armario
Cervantes no fue buen cautivo nunca. Alma dichosa entre el muro y el hierro, jamás se sintió preso de nada ni de nadie. Gloria de ... nuestra literatura, su libertad de ninguna forma dependió de la intimidad de su alcoba, por mucho que a algunos les pese.
El pasado miércoles la tristura fue al cine en coche oficial. Pedro Sánchez y su esposa acudieron al preestreno de la última película de Alejandro Amenábar, 'El cautivo'. Por la mañana, Begoña Gómez, de luto riguroso, declaró ante el juez de instrucción por presunta malversación. Pedro Sánchez, con traje payulo y rostro abuhado, estuvo en la sesión de control en el Congreso de los Diputados. Por la tarde, prefirió dejar sola a su vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para que ella fuera el rostro del fracaso de su Ejecutivo con la imposible reforma de la jornada laboral. Se entiende que, tras tantas horas veladas y oscuras, eligieran acudir a las luces de los flashes en la alfombra roja de la Gran Vía. La película del director hispano-chileno goza del favor de los fondos públicos. Esa foto pagada por todos los españoles pesará durante mucho tiempo sobre sus espaldas, y hará bueno el refrán que persigue a tantos cineastas españoles de «más vale migaja de rey que merced de señor».
El filme sobre el cautiverio argelino de Cervantes no entusiasma a la crítica. Su guion parece un andamio para izar la bandera de un colonialismo cultural de catecismo woke. Así podemos observar que no sólo se le construye un armario a Cervantes, sino que se le saca a palos del mismo. El wokismo se ha convertido en la doctrina de la élite de la izquierda pijogrogre, en el catecismo de los revolucionarios de salón, para quienes empuñar ese estandarte es una forma de exculpación moral por el disfrute de sus privilegios. Una manera de aliviar su mala conciencia. Amenábar conoce perfectamente las claves de esta industria donde la deriva identitaria es la llave que abre las arcas públicas. Este cine no nace de una necesidad artística, sino de una estrategia de posicionamiento ideológico. Es un producto diseñado para ser aplaudido antes de ser visto por todo el mundillo que vive de esto.
Amenábar se ha convertido en un activista con cámara. Su objetivo no es explorar la complejidad humana, sino descontextualizar el pasado para fabricar un personaje irreal que confirme sus ensoñaciones. Convierte a Cervantes en un icono de su propia identidad sexual, vaciándolo de su verdadera riqueza y contradicciones, despreciando la verdad.
Nuestra gloria literaria fue prisionero en Argel y la película de Amenábar es cautiva de su propio sectarismo.
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