Cerebros a la altura de ladrillos
EL FOCO ·
Para conseguir más dinero público, estaría muy bien que la Universidad tuviera un sistema transparente de rendición de cuentas, como ocurre en Reino UnidoSi ustedes quieren ir a ver edificios de nueva planta espectaculares, hacer una excursión de apreciación arquitectónica, les recomiendo darse una vuelta por la ampliación ... del campus de Teatinos. En aquel descampado donde estuvieron muy solos los ladrillos pioneros de la facultad de Comercio, de Luis Machuca, o la escuela de Ingeniería Industrial de Moreno Peralta, están surgiendo nuevos que nada les tienen que envidiar, como la de Enfermería de Juan Gavilanes. De los últimos, la nueva facultad de Psicología, una elegante mole blanca con un inquietante aparcamiento en rampa hacia la puerta, el pabellón de gobierno o el de investigación hortofrutícola de La Mayora, retratado el domingo pasado en la última de este periódico por el trazo fino de Luis Ruiz Padrón. Según leímos en estas páginas, en pocos años habrá más, dado que se ha aprobado el estudio de detalle de la ampliación para levantar cuatro nuevos edificios, dos del PTA y dos de la Universidad de Málaga (UMA).
Esta última noticia me pilló acabándome la biografía de Fleming de Andrés Maurois, comprada en el siempre recomendable mercadillo benéfico de libros que organiza cada Navidad la asociación Ciriana en la biblioteca de Churriana. El libro es de los de relectura obligada por la cantidad de enseñanzas colaterales que contiene, además de la aventura impresionante del descubrimiento de la penicilina, de la que nunca reclamó patente, al igual que tampoco lo hizo Jonas Salk sobre la vacuna de la polio. Qué tiempos aquellos. En un momento dado, Maurois extrae fragmentos literales de un discurso de quien con justicia sería aclamado por las masas en cada visita al extranjero: «Si un investigador acostumbrado a un laboratorio corriente es trasladado a un palacio de mármol ocurrirá una de estas dos cosas: o él vencerá al palacio de mármol o el palacio de mármol lo vencerá a él. Si el investigador gana, el palacio se convertirá en un taller y se parecerá a cualquier otro laboratorio; pero si el palacio gana, el investigador está perdido».
Lo tenía subrayado para comentarlo con mi amigo Luis Rull, catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla, uno de los hombres en España que más ha pensado sobre lo que había que cambiar en nuestras universidades para que alguna se pudiera codear con la élite mundial. Era su sueño y nunca pudo aplicar sus ideas. No pude comentarle mis páginas señaladas de la biografía de un escocés que, durante años, se encontró con la indiferencia de su gremio cuando vaticinaba la de enfermedades que podría curar la penicilina. Luis se murió esta semana, de repente, sin ver ninguno de sus consejos acumulados durante décadas llevados a la práctica, como tampoco los han visto los miembros de la comisión de expertos que nombró el ministro Wert, entre los que estaba su gran amigo el físico Adolfo Azcárraga o Luis Garicano. Ninguno de esas recomendaciones era sobre arquitectura o palacios del saber, sí sobre cómo eliminar prácticas de nepotismo o el conformismo con la mediocridad en un país, dicho sea de paso, que tiene de presidente a un señor con una tesis doctoral sobre la que se acumulaban dudas de plagio hasta que decidió callarse un líder, por ahora, de la oposición con un historial de aprobados exprés. La casualidad también ha hecho que uno de estos días me llegara un correo de un investigador muy prestigioso diciéndome que regresaba al extranjero, a una universidad top, después de intentar quedarse en el sistema español, donde ha sido incapaz de taparse la nariz ante la contratación de una sobrina de la jefa del departamento.
Málaga vive un momento tan dulce que hasta se está convirtiendo en la ciudad universitaria que nunca fue
Málaga vive un momento tan dulce que hasta se está convirtiendo en la ciudad universitaria que nunca fue, de ahí también la cantidad de residencias para estudiantes que existen y que se prevén. No veo anunciados planes, sin embargo, para una residencia de profesores visitantes, de la que hablaba Adelaida de la Calle, ex rectora, hace lustros. Y seguro que habría cola para venir, como está ocurriendo con trabajadores y empresas tecnológicas extranjeras. Pero para conseguirlo hay que lograr que a algunos se les quite el miedo a competir, incluidos los rectores de las universidades públicas andaluzas, tan reacios a las aprobaciones de privadas. ¿Qué temen?
Es cierto que hace falta presupuesto para pagar a los cerebros, además de los ladrillos. Es llamativo que, con unos medios que ponen el acento en la desigualdad, apenas se hable del precariado de la Universidad, quizás porque el establishment académico, la casta, en la jerga del Podemos, partido que salió de una facultad de Políticas, suele ser de izquierdas. Pero no es un secreto que en todas las facultades hay profesores asociados e interinos cargados de horas de clase, con inestabilidad laboral y sueldos no muy distintos a las limpiadoras. El círculo vicioso da pavor porque, con esas condiciones, es fácil suponer que no se quedan a veces en la academia los más brillantes.
Para conseguir más dinero público, estaría muy bien que la Universidad tuviera un sistema transparente de rendición de cuentas, como ocurre en Reino Unido, donde cada cuatro años se evalúa la calidad de la investigación de todos los centros, que determina la financiación que recibirán. No hay café para todos. El otro día, en una mesa de la cena de la presentación del congreso Transfiere -una cita cada vez más importante para Málaga-, salió el dato de lo bien situada que estaba España como potencia que publica artículos en revistas y el enorme camino que nos queda para que esa investigación sea aplicada.
Me parece que la solución no pasa por tener edificios dignos de revistas de arquitectura y sí por hacer un análisis minucioso de áreas a impulsar y mejoras en la contratación. Por un consejo social, el que aprueba los presupuestos, que se tome en serio su papel. Por conseguir, en definitiva, como explicaba Fleming, que los investigadores venzan a los palacios, acordándose de su modesto laboratorio. A Luis ya no le podré contar quién ganará, pero le prometo que seguiremos los avatares con interés y poca esperanza.
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