La panza del Estado
CARTA DEL DIRECTOR ·
La administración pública de España se está convirtiendo en una maquinaria insaciable capaz de esquilmar a ciudadanos y empresas bajo el pretexto con tufo electoral de ofrecer café para todosEl día que inauguraron la nueva terminal y la segunda pista del aeropuerto muchos decidieron, e incluso llegaron a expresar, que Málaga ya tenía bastante. ... Es verdad que la provincia vivió unas décadas prodigiosas con la llegada del AVE, las hiperrondas, el metro o la ampliación de todo el entorno aeroportuario, pero eso no impide denunciar las carencias y deudas históricas que aún soporta la capital de la Costa del Sol. Y no es un problema local, porque en otros muchos territorios hay proyectos pendientes desde hace demasiados años. La cuestión es que por diferentes razones la obra pública se ha ralentizado en este país, lo cual tendrá fatales consecuencias en el futuro. Hoy no se percibe este daño, pero conforme pasen los años nos iremos dando cuenta del impacto de esta parálisis en el mapa de infraestructuras.
La sensación es que el Estado y el propio Gobierno están a otras cosas, enredados en sus juegos de tronos y en la espiral electoral a la que ya nos tienen acostumbrados. El panorama económico, más allá de la pandemia, es inquietante. La deuda pública, la inflación, la crisis energética, los problemas de suministro, la paralización de procesos de fabricación y el impacto de la transformación digital en sectores tradicionales como la banca o el automóvil auguran un futuro incierto sobre el que hay más preguntas que respuestas. Si a esto unimos la falta de certezas sobre la financiación del Estado del Bienestar y especialmente sobre el sistema de pensiones, podemos concluir que los temores son fundados. La administración de las arcas públicas, además, se está convirtiendo cada vez más en una maquinaria insaciable que necesita, para seguir existiendo, aumentar la presión fiscal y la recaudación de impuestos, sin que eso signifique necesariamente una mejora de las condiciones de vida, presentes y futuras, de los ciudadanos.
La gestión del Estado se basa desde hace años en una permanente huida hacia adelante, engordando la deuda pública y esquilmando fiscalmente a ciudadanos y empresas. Nadie en su sano juicio puede afirmar que este modelo es sostenible, salvo que prefiera mirar para otro lado con el pretexto de que ojos que no ven, cartera que no siente.
España, al menos que se sepa, no tiene un plan. Quizá porque desde Moncloa han pesado siempre más los delirios que la sensatez, los impulsos antes que la constancia. Aquí, en este país, estamos sumidos siempre en una loca carrera por ser los primeros y los que más, sin ni siquiera pararse a pensar los efectos de esa velocidad. ¿De verdad el hijo de un banquero necesita, por ejemplo, 400 euros para gastar en Cultura? Ese café para todos con tufo electoral que tanto gusta a los gobiernos es una trampa, un timo del tocomocho, porque le dan 400 euros al hijo y se los cobran con nuevos impuestos a los padres.
Atravesamos los tiempos más duros de nuestra generación debido a la pandemia. Y han conseguido que los precios de productos básicos para el trabajador, como la electricidad o la gasolina, estén por las nubes. ¿De verdad alguien puede pensar que esta subida no repercutirá en los precios de los bienes y servicios? Pero siempre es mejor decir que se regalan 400 euros para cultura o 250 euros para el alquiler que mirar a los ojos a los ciudadanos y contarles la verdad.
Es tal la voracidad del Estado que sigue atizando a los autónomos, a los currantes de verdad, a esos que ni tienen desempleo ni vacaciones pagadas ni días de descanso. A todos esos trabajadores, pequeños empresarios al frente de un taller, una panadería, un comercio o un bar, el Gobierno les sube las cuotas y cotizaciones, les sube la energía, la gasolina y todo cuanto haga falta con tal de exprimir el bolsillo. Ya tiene delito que los representantes de los autónomos se enterasen por la prensa de la nueva subida de cuotas. Este desprecio es todo un síntoma de la sensibilidad de este Gobierno volcado con los juegos de ilusionismo.
Y en este contexto llegan unos Presupuestos Generales del Estado que vuelven a ignorar una infraestructura tan necesaria para el desarrollo económico de la provincia como la conexión ferroviaria de la Costa del Sol, el conocido como tren del Litoral. Otro Gobierno más, y ya van unos cuantos del PSOE y del PP, se olvida de este proyecto, pero sobre todo se olvida de que las infraestructuras constituyen el principal motor para del desarrollo económico de los territorios.
Quizá lo que ocurre es que la desconexión de la administración pública con el administrado es cada vez mayor, por desconocimiento o, simplemente, por desinterés. Este Estado necesita adelgazar, soltar grasa, ganar músculo, perder esa panza llena de opíparos banquetes de gañote, ponerse en forma, soltar lastre, hacerse un plan y cumplirlo cada día. Este Estado necesita ponerse a trabajar, levantarse del sofá, soltar la bolsa de patatas fritas y las cervezas, dejar de ver tanta televisión y, sobre todo, necesita darse cuenta de que debe ponerse al servicio de los ciudadanos y no al revés.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión