Carlos Gurrumino Puigdemont
La memoria política es un libro blanco con borrones. El tiempo que pasó y ahora pesa. Un camino de vuelta que ya no existe. La ... mentira que sobrevive. Carlos Gurrumino Puigdemont, del que nos sobra su recuerdo y ahora su regreso.
Este pasado jueves conocimos que el expresidente prófugo de la Generalidad catalana, será el candidato de Junts a las próximas elecciones autonómicas del próximo 12 de mayo. Tras el vergonzante Acuerdo de Bruselas de votos para la investidura de Pedro Sánchez por amnistía, Puigdemont ha recuperado la iniciativa política tras sus años oscuros en Waterloo. El cadáver exquisito del secesionismo catalán sale de su sepulcro belga gracias a las maniobras de resucitación del PSOE y Sumar, que lo convierten en su auténtico candidato al Gobierno catalán. El blanqueamiento de su figura por parte de los voceros del régimen no debe nublar nuestro entendimiento. Estamos obligados a recordar que el que fuera presidente de la efímera república catalana de los ocho segundos, contribuyó a dar un golpe al Estado y huyó como un cobarde en un maletero de un coche sin honra pero con hacienda. No quiso enfrentarse al peso de la ley, por los delitos de sedición en concurso medial junto con malversación, como hicieron los que lo acompañaron en los días oscuros de Barcelona. Prefirió la espantá. Convirtió la integridad en un cuento de hadas e hizo de la dignidad algo prescindible en política. Junto con Otegui, el dirigente de Junts, se ha convertido en el mejor exégeta del sanchismo, y ha convertido sus ensoñaciones antidemocráticas en decretos ley para escarnio de nuestras instituciones. La Historia le tiene reservado su lugar junto a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Oriol Junqueras, Arnaldo Otegui y Conde Pumpido.
Los demócratas españoles debemos recordar las palabras sabias de Joaquín Sabina: que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.
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