El cardenal Tarancón en Marbella
Fue nombrado cardenal por el papa Pablo VI en 1969 y entre 1971 y 1981 presidió la Conferencia Episcopal Española, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la Transición
Somos un pueblo, el español, poco dado a conocer nuestra Historia. Ese desinterés es palpable en Marbella, donde la memoria del más inmediato pasado acostumbra ... a permanecer aletargada. Con motivo del traslado del anterior Jefe del Estado desde el Valle de los Caídos, se han vertido muchos pronunciamientos, de personajes públicos y de la ciudadanía anónima, en los más variados sentidos. En determinado círculo escuché decir que la Iglesia Española, inmersa en el denominado «nacional-catolicismo», se había mantenido «franquista» hasta más allá de la muerte del dictador. Ante tal argumento, resulta difícil mantenerse al margen. Es necesario conocer la historia porque ignorarla, al margen de resultar injusto para sus protagonistas (es decir, los pueblos), significa también obviar la tarea de algunas personas que ya figuran en esa Historia. Puede ser la ocasión para situar en el lugar adecuado la tarea desarrollada por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, quizás la más popular cabeza visible del desmarque que la Iglesia española comenzó a exteriorizar desde la década de los cincuenta con respecto a las tesis estructurales del Régimen. Quizás dejándose llevar por su condición de miembro de la Real Academia Española de la Lengua, contribuyó a difundir lo inapropiado y falso que resultaba el concepto de «cruzada» para denominar a una guerra civil. Tarancón fue nombrado cardenal por el papa Pablo VI en 1969, pocos años después del Vaticano II, con cuya apertura y nuevos aires en la Cristiandad comulgaba el nuevo príncipe de la Iglesia. Entre 1971 y 1981 presidió la Conferencia Episcopal Española, convirtiéndose en uno de los protagonistas de la Transición. Digno de análisis sus relaciones con Franco. Tuvo una fugaz relación con Marbella, olvidada en la actualidad. Cuando en 1985 el obispo de Málaga, Ramón Buxarrais, criticó duramente el estilo de vida de la 'Jet' en Marbella, con el consiguiente revuelo mediático, Tarancón, fuera ya de todo cargo, defendió la libertad de expresión del máximo responsable de la Diócesis. Pero su visita a Marbella se produciría tres años más tarde, en la cuaresma de 1988. Visitó la ciudad invitado por la Hermandad de Pasión de Santa Marta y Cautivo para pronunciar sus tradicionales charlas cuaresmales. Llevaban años intentando conseguir un hueco en la apretada agenda del cardenal. Disertó durante tres días en el templo parroquial de Santa María de la Encarnación sobre «El cristiano en la sociedad española actual». Era hermano mayor de Santa Marta, el conde Rudy Shönburg y párroco don Francisco Echamendi Aristu, quien se encargó de dejar testimonio en medios escritos de la visita, las impresiones que produjo y el contenido de las conferencias. Confesaba el párroco que, tras el anuncio de la visita del cardenal, comenzó a preocuparse por si acaso la asistencia no alcanzaba las expectativas. Fueron preocupaciones estériles porque «como con los grandes, la plaza se llenó, en silencio, sin una tos ni un suspiro». Decía Echamendi que se encontró con «un hombre campechano, siempre dispuesto a liar un pitillo, de picadura por supuesto y a tomar un café, si es bueno, mejor». Era consciente de su influencia social: «si escribo algo sobre la Virgen o la Eucaristía, nadie se preocupa; pero si digo algo que tenga que ver algo con la política, aparece en primera página de los periódicos». Preguntado por si recibía presiones de alguien, respondió que «en mis tiempos de obispo en activo las recibí de todas partes y de todos los políticos, sobre todo en la transición, cuando esperaban que la Iglesia jugase la baza que a ellos les convenía. A todos les hice ver que la Iglesia se mantendría libre e independiente». Entre los muchos asuntos que trató destacó la necesidad de la presencia de los cristianos en la vida de su tiempo, contribuyendo al fomento de valores como la justicia, la equidad, la honradez, la solidaridad y el servicio a los más débiles y pobres, de acuerdo con una tradicional implicación social de la Iglesia. Igualmente abogó por una «nueva evangelización» porque «son muchos los bautizados y no tantos los evangelizados». Durante su corta estancia en la ciudad, tuvo tiempo de realizar un recorrido por algunos puntos del término municipal, mostrando su preferencia por «el pueblo, el pueblo viejo, el casco antiguo y el acierto de algunas urbanizaciones al compaginar lo viejo con las nuevas aportaciones». El cardenal Tarancón iba a cumplir los ochenta y un años en el momento de su estancia en Marbella.
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