Cantidad o calidad
Me perdonará el que pensaba que me iba a referir al álbum de la banda sinaloense mexicana La Arrolladora Banda El Limón De René Camacho. ... Tengo mucho respeto por los del país azteca como le llaman los cursis y más, si cabe, por los de Sinaloa que son muy machos. Está recomendado pasar las vacaciones en otro sitio a pesar de que por su situación geográfica, Culiacán debe ser muy bonito y calentito en el estricto sentido de la palabra. Y también en el otro. Me ayuda apartarme del álbum el que no he escuchado en mi vida a la banda en cuestión que tiene un nombre bien original. Me encantan las denominaciones largas y explícitas que dejan poco margen a la imaginación. Lo único que sé es que en este caso se debe a la escisión de este grupo musical de otro que se siguió llamando de una manera similar. Prometo profundizar y hasta hacerme fan porque me gustan los corridos, las rancheras, el jarabe tapatío, el huapango y otras manifestaciones. Cierto es que me he quedado algo oxidado y mis ídolos siguen siendo don Agustín, don Pedro y Jorge Negrete, del cual pocos se acuerdan y cuya prematura muerte fue una catástrofe. En mi casa se despidió el servicio porque no podían atender la mesa ni hacer la limpieza por los sollozos que le partían el pecho.
No: quiero referirme a la disyuntiva, algo viejita ya. Es típico discutir, cuando se está sano y bueno si se prefiere lo uno o lo otro en lo que a la existencia se refiere. La mayor parte de las veces se inclina el interrogado por la segunda posibilidad y se automotiva preguntándose para qué se quiere vivir si las condiciones son desfavorables. Desfavorables del todo. Es verdad. Pero cuando se llega a mayor y se experimenta una decadencia importante nadie quiere cortar y por muy regulares que sean se aferran a seguir pedaleando. Ya se dice que mientras hay vida hay esperanza así que nadie te asegura que no se encontrará una pócima que ahuyente todos los males y se vuelva a estar estupendamente. O que se te aparezca Mefistófeles y te permita un escarceo con la pesada de Margarita.
Se pueden enfrentar los términos en casi todo y parece que siempre gana la calidad. En el trabajo, no cabe la menor duda: incluso la cantidad resulta un elemento negativo salvo que te remuneren en función del número, lo que no es frecuente. En la literatura, tampoco cabe mucha duda porque quien prefiere un tocho abominable con miles de páginas a una obra maestra que se puede saborear en una tarde o un artículo genial, mejorando lo presente.
Pero donde se produce de manera bien patente la elección entre una y otra en el turismo. Marbella era un sitio exclusivo con inmerecida fama de caro y quizá por eso, evitado por las masas que hacen difícil la convivencia. Éramos felices en aquella época. Pero vino un señor que llegó a ser alcalde que era muy conocido en toda España y que se dedicó a dar publicidad a la ciudad con métodos en los que a veces el buen gusto no aparecía por ningún lado. Se hizo popular el venir a vernos y, por toparse en la calle con algún famoso, se podía arriesgar que el espeto fuera algo más oneroso que en un establecimiento a cien kilómetros de distancia. El problema es que los famosos se marcharon porque, salvo excepciones algunas muy distinguidas no gustan de la marabunta. Los precios excesivos que era simplemente una leyenda urbana propagada, quizá, por los que querían gozar en exclusiva de este paraíso subieron efectivamente porque aumentó de modo considerable la demanda y ya se sabe cuando no viene seguida de la oferta produce este singular fenómeno.
Todo esto me viene a la mente por la noticia que he leído recientemente sobre el precio de casas situadas en determinadas calles. De las cinco más caras del país, nos dicen que dos radican en aquella urbanización que mutiló irremediablemente y para siempre el hermosísimo pinar que se veía desde todas partes. Cemento versus árboles. No sé si ganamos algo con esa noticia. ¿Haremos huir a los timoratos o se formarán colas para ver el fenómeno aunque sea por fuera?
El único consuelo es que los nombres son bonitos. La señora era melómana.
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