La cabra de Rufián
Las palabras de un político no son nunca inocentes. Cada declaración pública, cada frase lanzada en redes o en una entrevista, tiene consecuencias. Por eso, ... sorprende -y decepciona- escuchar a Gabriel Rufián referirse con desprecio al desfile del 12 de octubre, afirmando que él «paga para que una cabra se pasee». Más allá de la intención irónica o provocadora, su comentario constituye una falta de respeto grave hacia los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas, especialmente hacia los legionarios que representan una parte esencial de la historia y del presente de España. La famosa 'cabra de La Legión', que es su mascota, no es, como parece pensar el señor Rufián, una simple anécdota folclórica. Es un símbolo de unidad, de sacrificio y de entrega. Detrás de ese animal que acompaña al paso marcial de los legionarios en el desfile del Día de la Hispanidad, hay miles de hombres y mujeres que visten el uniforme con orgullo, que se entrenan en silencio y que cumplen misiones en los lugares más peligrosos del planeta.
Desde Bosnia-Herzegovina hasta Líbano o Mali, los soldados españoles -muchos de ellos legionarios- han trabajado incansablemente para mantener la paz, proteger a los más vulnerables y defender los valores de libertad y justicia. Son héroes que no buscan aplausos ni titulares, sino cumplir con su deber. También son los primeros en llegar cuando en España se desatan catástrofes naturales: inundaciones, incendios, terremotos... Allí donde hay peligro o necesidad, están ellos, sin preguntar a quién ayudan ni por qué.
Reducir todo eso a la caricatura de 'una cabra en un desfile' es una ofensa gratuita, una burla a quienes arriesgan la vida por los demás y por España. Un político puede tener discrepancias ideológicas con la existencia o el papel de las Fuerzas Armadas, pero lo que no puede ni debe hacer es ridiculizar a quienes sirven a su país con honor y valentía. La ironía puede ser un arma política, sí, pero usada con desprecio se convierte en un bumerán. En este caso, la cabra le ha salido bastante mal al señor Rufián. Porque lo que pretendía ser una provocación se ha revelado como una muestra de insensibilidad y desconocimiento hacia unos hombres y mujeres que merecen respeto y admiración, no burla. En Andalucía se repite mucho el dicho de que con las cosas de comer no se juega; eso también se lo tuvieron que enseñar sus ascendientes andaluces al señor Rufián.
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