Un bonito cadáver (de otro)
Sinverano, sin tacto de otra piel y sin San Fermín, anda España absorta y ansiando la gloria del cielo cuando va por ahí sin mascarilla. ... Digo que España pide caja de pino cuando el 'No pasa nada' y la botellona de la carga vírica y se juega la vida, no la suya, si no la vida en general. La ruleta rusa siempre tuvo su atractivo, pero pierde mérito si el gatillo se pulsa en la sien del otro. Cabalgamos el impulso irrefrenable de la inconsciencia de la muerte en general. Veo a los zagales en el parque, señal de la edad que comienzo a tener. Le están dando una vuelta a la frase de Humphrey Bogart y la han dejado así: «Vive rápido y que tu padre deje un bonito cadáver». Ya solo nos queda escuchar las oraciones laicas de Simón, cananeo de mis pandemias, con la estatua ecuestre en la moto a la puerta del Ministerio de Sanidad y esa cosa de que estamos pendientes, de que estamos preocupados, de que cuidado, y así suena aquella frase de eco maldito que reza que «hay pocos casos». En realidad, la pandemia, más que un problema vírico, es una cuestión de origen humano. La Covid-19 se transmite en las gotículas que se exhalan por la respiración, y sobre todo en la consciencia estúpida de pensar como hemos pensado que lo que pasaba en China no iba a pasar en Italia, que lo que pasaba en Italia no iba a pasar en España y que lo que pasa en Lleida ahora no va a suceder en Madrid, Barcelona o Sevilla. ¿Por qué? No se sabe. Eso lo debería estudiar la ciencia además de lo de la cepa 614-G: el hecho de que una vez más aguardemos a que sea tarde para tomar las decisiones, y vivamos en manos de la desgracia, esperando a que llegue el impacto, que llegará, salvo un milagro. Ayer se dobló el número de contagios 15 días después de las fiestas de la noche de San Juan. Alguien dirá que no se podía saber.
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