Un piso ático es un lugar difícil para vivir. Más expuesto que el resto del edificio, en las noches de verano su techo despide el ... calor que acumuló durante el día y se convierte en un radiador para sus moradores. Aun así, los áticos se cotizan entre los asfixiados urbanitas.
Europa del norte era impensable sin sus tejados bien inclinados hasta que Le Corbusier, nuestro padre arquitectónico, descubrió las ventajas de las cubiertas-jardín. Mientras en los dos lados de nuestro mediterráneo la cubierta plana existía desde tiempo inmemorial primero como secadero de alimentos y después como tendedero de comunidad. En nuestro argot constructivo hay tipos de cubierta plana que se llaman a la andaluza y piezas con el nombre de baldosa catalana que hacen su superficie habitable.
Ítalo Calvino, puso nombre de mujer a sus ciudades invisibles: Eudoxia, Pentesilea, Ersilia… Ciudades o ensoñaciones, en cada una de ellas reinaba una peculiar ausencia de lógica, siendo esa la característica que las definía. Ersilia, era una ciudad imposible sin barca, pues sus calles eran canales como Venecia. De ella contaba el viajero Marco Polo, que había dos caminos para recorrerla que solo conocían sus habitantes, una red de túneles para los maleantes y una red para los amantes, que saltaba de azotea en azotea.
Muchas Alcazabas y Castillos han permanecido en pie a lo largo del tiempo porque siempre hubo grupos marginados que supieron aprovechar sus muros inservibles como fondo de sus chambados y los habitaron. Nuestras ciudades guardan interés histórico, gracias a que sucesivas generaciones han sabido transformar para vivir edificios obsoletos que otrora fueron teatros, templos o palacios.
Pero los que hoy en el centro de Málaga mantienen en pie el legado constructivo de nuestra historia, invirtiendo su vida entre sus paredes, se sienten abandonados. Tienen miedo de salir a la calle, a otra hora distinta de la de comprar el pan. Entre la plaga de mesas y la pandemia de la distancia para poder circular sólo les quedan los túneles y las azoteas. No saben lo que es dormir una noche en paz y sobreviven gracias a los remansos de sus interiores que son sus patios y cubiertas. No está mal que haya tres o cuatro hoteles donde tomar un ascensor que nos transporte a otro fondo de paisaje urbano, pero no pueden estar todos los tejados invadidos por terrazas y bares. No quedará espacio para los amantes de Ersilia.
Igual que con la cubierta de la Catedral, el horizonte del puerto y antaño la atalaya de Gibralfaro, hay que velar por ese espacio que tiene Málaga como toda ciudad histórica. Ese lugar que adquiere magia a medida que avanza la tarde, dónde es posible soñar sin tener que cerrar los ojos. Ese plano del silencio que flota por encima del ruido de las calles donde se abre un paisaje inédito para los amantes de las ciudades, entre chimeneas y antenas, desde las azoteas
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