Estoy arrepentido
Sí. De haber dedicado en forma exclusiva cinco años de mi vida a estudiar derecho y otros cincuenta a simultanear lo académico con lo profesional. ... No es que quiera renegar de esa ciencia ni abrazar otra. Me sigue apasionando el orden, la justicia y la seguridad y no conozco ningún otro camino para hacer realidad esos valores. Bueno, por lo menos en este valle de lágrimas. Además ya es un poco tarde. Es verdad que me gusta la gramática, los idiomas, la historia y la geografía pero de ninguna de esas actividades se sobrevive demasiado bien, salvo que seas una primerísima figura. En cambio, el derecho cobija a casi todo el mundo porque está inserto en la mayoría de las actividades humanas en sociedad. La gramática importa cada día menos y la Real es cómplice porque cambia las normas constantemente para facilitar las cosas, supuestamente, pero para los que las aprendimos nos resulta un incordio. A los que no las aprendieron, les da lo mismo, les basta con darse a entender aunque sea como los indios. Los idiomas tienen su punto pero Google traduce y hay un aparatito que te permite hablar de tú a tú con un japonés sin haber abierto un libro. La historia está absolutamente pasada de moda y la geografía tampoco mola salvo que quieras impresionar a tus amigos y compañeros de viaje recordándoles la altura del Kilimanjaro o el largo del Nilo. En cambio, el derecho alimenta a legiones entre hombres, mujeres y niños.
De lo que me arrepiento no es, pues, del objeto sino del método. Evidentemente me equivoqué al elegirlo. Las horas que me he pasado leyendo leyes, reglamentos, órdenes ministeriales, decretos, estatutos, normas de toda clase son más numerosas que las dedicadas a cualquier otra actividad, incluido el sueño, el cine, las comidas. Y total para nada. Hay ciencia infusa, parece. Está a la vista. Me explico. El lunes pasado me despertó, como casi cada día, el amigo Carlos que me confirmaba que la sentencia del año se había pronunciado. Estaba anunciada. En cualquier momento vería la luz. Vivía bajo el estado del terror temiendo que hubiese salido la semana anterior porque se casaba una sobrina en un pueblo en el margen izquierdo del Ebro y por muy bien que se comiese en la región no me apetecía quedarme allí para siempre envuelto en una estelada. A las siete AM me enteré de las penas y de la calificación jurídica de los delitos pero, al cabo de un rato empecé a oír los comentarios más sesudos sobre el acierto y la calidad del fallo. Recibí el documento a las nueve treinta de la mañana gracias a Familex el grupo fundado por nuestro Jesus del gran poder y me empeñé en leerla. Aún no termino sus 493 páginas y confieso que no podría dar una opinión medianamente fundada. Tal es el respeto que le profeso al ponente y a los componentes de esa sala. Si alguna vez tienen que juzgarme, ruego que sean ellos los que me ajusticien. Las críticas positivas y negativas, que de todo las hay, no vienen de doctores, ni licenciados ni siquiera graduados de última hornada. Vienen de otros sabios que cuando se ven pillados acuden rápidamente a la muletilla de que no son abogados, lo que les faculta para decir un disparate y quedarse tan panchos. Me asombra la capacidad de análisis de los comentaristas y también del hombre de la calle que sale a incendiar contenedores de basura para protestar por el contenido de la resolución judicial. ¿Cómo han adquirido mis paisanos esa capacidad de lectura rápida? ¿Esa comprensión instantánea de abstrusas elucubraciones y consideraciones jurídicas de alto nivel? Desde antaño vengo escuchando que hay que simplificar la terminología que se emplea en los tribunales, despreciando la jerga forense y redactar en términos llanos para que se entienda en roman paladino. No es preciso. Ya comprende todo el mundo y lo asimila en dosis tales que sale a manifestarse con contundencia rompiendo todo lo que encuentra sin distinguir entre lo inanimado y lo animado, cristales y nucas. Mientras el vulgo aporrea lo que pilla, los políticos se retratan como lo que no son, los tertulianos se despachan a gusto y se hacen imprescindibles.
Lectura rápida parece. Diría en diagonal si no pudiese ser mal interpretado.
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