Torres y avenidas
Como el mercado buscó el cruce para mejor venderse, los edificios ganaron altura, junto a las mejores calles. Las torres surgen en lugares concretos, allí ... donde la ciudad toma actividad efervescente.
En Nueva York los edificios que empezaron el camino del cielo fueron los que asistieron al nacimiento de Central Park en primera fila. La gente perdió el miedo a estar lejos del suelo ante la oportunidad de disfrutar el espectáculo de naturaleza y color con el que Olmsted, el arquitecto, adornó la cuadricula gris de Manhattan. Una vez que los neoyorkinos comprobaron que allá por encima de la planta catorce, no solo era posible vivir, sino que más ancho era el horizonte, el modelo vertical fue exportado a otros negocios y latitudes.
Es natural que los edificios se eleven en un encuentro entre calles. La altura concentra suelo en un punto de la trama. Esto sirve al urbanismo tradicional para poner acentos al monótono discurso de distintas fachadas con la misma altura. Esquina a esquina se van moldeando perfiles, enriqueciendo visuales y haciendo a la ciudad más reconocible e interesante a sus habitantes.
Toda torre urbana debe ser una singularidad. Puede servir como referencia entre barrios y articular caminos a media distancia. La Torre Agbar, de muy lejos, pone cara a un nudo urbano de los más transitados de Barcelona. En la plaza de España en Madrid, aún limitados por el urbanismo autárquico, una torre y un edificio como punto y línea sobre plano, se elevaron por encima de los demás, apuntando una esquina abierta y dejando el gran vacío de la Plaza delimitado. A veces, se erigen dos torres para enmarcar una vista de la ciudad hacia afuera. Así quisieron en Paris mirar hacia el Noroeste a través de las torres-arco de la Defensa.
En Málaga, al final de la prolongación de la Alameda, una torre doble podría enmarcar un horizonte abierto al Valle del Guadalhorce, cuál si fuera una puerta de ciudad, justo antes de la ronda. Una torre aislada puede dirigir visuales al mar, enfatizar accidentes geográficos como los faros e incluso, como algunas de Marbella, emular a las torres vigías que jalonaban nuestra costa.
Han llegado torres por el oeste y por el norte. Las del oeste podrían haber puesto marco a una perspectiva hacia el mar alineándose a ambos lados de una calle ancha. Las del norte podrían haber renunciado a ser primera fila junto al río. El vacío de nuestro Guadalmedina se configuró desde sus dos riberas que no son rectas sino curvas suaves y largas. Desde sus puentes, aun siendo pobre a los lados, el paisaje urbano brindaba una mirada abierta a los montes. Hoy ha quedado bloqueado el único horizonte posible entre Trinidad y Carretería.
Las construcciones no son feas o malas por sí. A nadie gusta el túnel bajo la Alcazaba, pero ha sido imprescindible en el renacimiento de Alcazabilla. La torre urbana puede ser acento en la anodina existencia de fachada sin fin y cornisa eterna. Pero las Torres necesitan calles más anchas, desde las que abrir paisajes nuevos a la ciudad. Han venido a construir torres a nuestra ciudad ¿Quién vendrá a anunciarnos grandes avenidas?
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