Alberto Nunca Feijóo
La derrota es una siesta de la que te despiertan. Un sueño interrumpido. El triunfo con frío. Lo oscuro que deslumbra. La realidad llamando a ... la puerta. Alberto Núñez Feijóo sentado en su despacho de Génova.
El político gallego es el paso lento de la derecha de provincias. Él estaba cómodo en el papel de segundón que le concedió Soraya Sáenz de Santamaría. Le sacaba a pasear su foto con su amigo Marcial Dorado y frenaba así sus aspiraciones de dedicarse a la política nacional. Los estertores del 'marianismo' le convencieron para que soñara con un futuro cerca de Amancio Ortega. Y en éstas, que Casado compra el pescado podrido que le regala Pedro Sánchez del hermano de Ayuso, y se ve obligado a partir a Madrid. Los barones le ponen un palio y le cuentan que va a heredar el poder como Rajoy con Zapatero, que sólo se tiene que dedicar a dormir el encuentro. En los comicios autonómicos y municipales pierde el 'sanchismo' y desprecia al rival creyéndose las mentiras demoscópicas de Michavila. De 'Verano azul' pasa a 'La noche de los muertos vivientes'. Desde ese preciso momento cae preso del síndrome 'Prestige' de la derecha española y abraza el papel del que mató a Manolete que le otorga la izquierda 'Nunca Máis'. Lejos de querer salirse de la narrativa de la derrota que le otorga el 'sanchismo' con una ilusionante agenda reformista y liberal, se rodea de una guardia pretoriana triste con Tellado y compañía, y propone acuerdos con mediadores internacionales, enmiendas a la ley de Amnistía y se pasan el día excusándose de las campanadas de Ferraz o del rey no negro de un barrio de Madrid.
Alberto Nunca Feijóo cada vez se parece más al peor Rajoy con sus hilillos de plastilina con los que definió la marea negra. Sus días de siesta están contados. ¿Y Ayuso para cuándo?
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