Alberto Casado Feijóo
El poder nace del desprecio al cálculo. De la falta de atención al rumor de lo seguro. No se hereda, ni se merece, sólo puede ... conquistarse. Vive en la acción audaz de descifrar lo que el resto no ve.
Los pasados comicios generales arrojaron unos resultados que permitirán renovar su poder a Pedro Sánchez. El gran derrotado ha sido Alberto Núñez Feijóo. Cuanto antes acepte la realidad, antes podrá rearmarse como alternativa política real para jugar la última partida que le queda. España no es su querida Galicia en grande continuamente caminando hacia Santiago. Su imagen aseada de vendedor de seguros de provincias que viene a establecerse en Madrid no es suficiente para obtener la confianza de la mayoría de los españoles. Narciso Tezanos Michavila le vendió un pescado podrido en forma de encuesta, que le hizo creerse las mentiras del adulador a sueldo. Sus previsiones fueron un fraude que se tragó tanto el centro-derecha mediático como sociológico. A este error de cálculo hay que añadirle el simulacro de campaña electoral que ha sido el 'Verano Azul' que su equipo diseñó. Son los mismos que le hicieron perder a toda una vicepresidenta como Soraya Sáenz de Santamaría frente a un imberbe Casado. Su propuesta económica se desconoce con un Juan Bravo encantado de conocerse. La imagen en el balcón de Génova 13 fue patética, con una junta dirigida, no directiva, en modo ibicenco bailando y con Cuca Gamarra desatada como el familiar que le da por reír en un velatorio. No se entiende que no tenga resuelto el tipo de relación que debe establecer con Vox cuando gobierna con ellos en media España.
Alberto Casado Feijóo debe romper con todo eso y vertebrar una oposición robusta con aspiraciones de ganar las próximas elecciones. Si no lo hace, comenzará el tiempo de Ayuso. Recordemos las palabras de Raquel Lanseros: «Que no entre en la batalla quien sucumba ante el rencor pequeño de las humillaciones».
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