Acqua Alta
La semana pasada, en Marbella, llovió, un acontecimiento cuya ocurrencia se había transformado en algo exótico
Un nombre precioso para distinguir un fenómeno no tan bonito. No sé si es un genérico para designar en Italia simplemente la marea alta o ... se utiliza solo en la Serenísima para aludir a las inundaciones a las cuales ya están muy acostumbrados. Cuando la plaza de San Marcos queda a noventa centímetros de profundidad, nadie se escandaliza pero cuando el agua supera el metro ya es otra cosa. No sé cómo se las arreglan. La ciudad sigue funcionando, despliegan pasarelas por doquier, puentes y los vaporettos mantienen su curso. Este año, el agua alcanzó proporciones casi nunca vistas adquiriendo características de catástrofe. Escuché a un sacerdote muy preocupado por la cripta de la basílica y me sumió no en la laguna que allí estaba formada sino en la incertidumbre porque me imaginaba que la valiosa catacumba estaba amenazada cada vez le entraba agua y no solamente cuando llegaba al metro ochenta. En mis tiempos, el agua entraba por abajo. El futuro es incierto porque cada año dicen que sube el nivel del mar y tendrá la tendencia de anegar las zonas más a nivel. Como también suben las temperaturas, se deshielan los polos especialmente el Norte y claro, el deshielo va al mar. Hemos visto escenas preocupantes: osos encaramados en trozos de hielo haciendo equilibrios, flacos los pobres porque el alimento escasea por esas latitudes y resulta difícil cazar o pescar mientras se aguanta para no caerse. Pero lo más impresionante es la imagen de la navegación de un barco de tamaño natural que pudo desplazarse desde Corea del Sur hasta Sabetta, un puerto ruso en Siberia que me parece tiene pocos atractivos turísticos, en pleno invierno y sin rompehielos. Es verdad que ahorró un buen montón de millas en su navegación pero algo me dice que vamos mal por ahí aunque la famosa ruta de la China ha encontrado un nuevo derrotero, dos tercios del tradicional. La nave que culminó esa epopeya tiene un nombre muy apropiado porque recuerda al geólogo y explorador que se fotografiaba cubierto de nieve.
La semana pasada, en Marbella, llovió, un acontecimiento cuya ocurrencia se había transformado en algo exótico. Unos días antes, algún encargado de nuestro bienestar había anunciado que se emprendería una operación de limpieza de los desagües en evitación de mayores desgracias. Parece que se llevó a efecto, al menos parcialmente porque si bien, mientras diluviaba, que diluvió, los charcos evocaban los grandes lagos, al día siguiente cuando volvió a brillar el sol, parecía que no había pasado nada. Es cierto que en esta zona, la evacuación del líquido elemento no se antoja demasiado difícil. La ley de la gravedad, promulgada hace incontables años, obra en favor de la eliminación: es cuestión de dejarla discurrir porque todas las calles van a dar en la mar que, ya lo preveía don Jorge, es el morir, de las especies, claro, que cada día quedan menos. Cierto es que él pensaba en otra muerte, más concreta y cercana pero no más grave. Durante los dos días en los que cayó la mundial, había zonas que invitaban al baño que, a veces, resultaba inevitable si pasaba por ahí un coche conducido por un malvado o por un inexperto que salpicaba sin ningún pudor. Esas actitudes despiertan en la víctima los pensamientos más abyectos que no pueden realizar por la distancia que se interpone con el autor del desaguisado. Por eso, hay que conformarse con desearle que o bien se estrelle con su automóvil o, al menos, se le moje alguna parte, al vehículo no al chofer, de esas que no permiten seguir circulando. Parece que la mecánica ha avanzado lo suyo ya que antes los coches se ahogaban cuando se sumergían parcialmente en un charco y ahora, no. Siguen tan campantes mojando a los sufridos peatones. Es una lata reducir velocidad pero sería muy recomendable que los intrépidos conductores se apiadaran de los que nos atrevemos a salir a pesar de las adversas condiciones atmosféricas y se pusiesen, por un momento en el lugar de los viandantes. Pero pedir solidaridad, incluso en estos días en que se ha celebrado el Día Europeo de los sin techo que ha movilizado a mucha gente es un ideal inalcanzable. Todos pensamos en nosotros mismos y que a los demás les vayan dando. No es nuevo este proceder. Ande yo caliente...
Lo curioso es que la borrasca causante de estos trastornos se llama como mi prima, que es un encanto.
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