La hora del corazón
Rafael J. Pérez
Lunes, 27 de marzo 2017, 08:37
El gesto de fuerza que inmortalizó Pablo Ráez lo recuperó Antonio Banderas en el Teatro Cervantes al recibir la Biznaga de Oro honorífica del Festival ... de Málaga. La vida se abre paso a dentelladas fuertes y calientes. Y eso lo sabe quien se ha enfrentado a un ataque al corazón. Las cosas pasan factura y la vida se ve con otra luz cuando algo la zarandea. Cuando el corazón es tocado.
El hebreo al referirse al corazón lo nombra con el término leb. Que es como hablar de lo más íntimo, de lo más propio del ser. Del núcleo profundo de la persona. No tanto del órgano que reside en nuestro interior. Quizá por eso se habla de personas de buen corazón. Que por cierto las hay. Y muchas.
El ciego del relato del fragmento del Evangelio que se proclamó en las Misas de ayer se encontró con alguien de buen corazón: Jesús de Nazaret. Encontró a alguien que posibilitó que viera. A partir de ese momento su encuentro con la luz le cambió la vida. Quizá por esto o por casualidad coincidió el sábado la hora del planeta, un gesto en contra del cambio climático que consiste en apagar la luz durante sesenta minutos. Todo hay que cuidarlo. La vida propia y la ajena. Y por supuesto la madre tierra. Y hacerlo con el corazón en la mano buscando el bien de todos también de la mano de la construcción de la urbe.
En este sentido, el proyecto de construcción de una torre en el puerto de Málaga es apasionante. Por la idea en sí y por el simbolismo que encierra. Basta recordar el relato bíblico de la construcción de una torre que anhelaba alcanzar el cielo. Las torres a lo largo de la historia nos han enseñado mucho. A veces de manera antagónica: la torre de Babel no es lo mismo que la torre Mónica de la playa de la Misericordia. La primera habla de un corazón ambicioso la otra relataba una preciosa historia de amor. Urge crecer en el cuidado del corazón también a la hora de pensar la ciudad. Y custodiarlo como el bien más preciado que tenemos desde el principio de la vida cuando comienza a latir en el seno materno hasta que deja de latir al final de la vida. Se trata de mimar cada latido como lo más preciado y precioso.
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