De Cantora a Barbate
Poco podemos hacer nosotros, tristes prisioneros catódicos
JESÚS NIETO JURADO
Lunes, 6 de febrero 2017, 09:04
Las dos caras de la 'falsa monea' de la copla. Las dos Andalucías. Las dos Españas de siempre y de nunca. Una frente a la ... otra en ese buceo raudo en el cosmos que llamamos el zappear, ese mirar el periódico con la bulla del café y delante del jubilado de las 9.15, que sabemos que nos deja sin periódico hasta la hora del aperitivo, que parece que se lo estudia. Son las dos imágenes o la imagen y la no/imagen, son las dos Españas puestas ahí, frente a frente a apenas 30 kilómetros en línea recta. La folclórica y el ahogado. Provincia de Cádiz, Andalucía, España. Moviéndonos a dos reacciones diferentes, claro está. Pero ambas como partes irrenunciables de eso que llamamos actualidad. Como sístole y diástole de nuestra condición humana, de nuestra nueva condición de consumidores de Internet. Me refiero a las dos Españas: a la de la Pantoja y sus reapariciones, por un lado, y la del cadáver de Samuel, por otro, en las playas de Barbate.
Son dos Españas que quizá sean la misma. Samuel ya ido, sin defensa ninguna, dejado de la mano de la mar y de las corrientes. Y la Pantoja en los platós volviéndonos a vender no sé qué episodio más de su tragedia vital, que no es tanta y ya nos sabemos lo de confiarle a una folclórica la condición de víctima.
El cadáver de Samuel no visto, y la Pantoja repetida por las televisiones, trágicamente. Y ambos temas que comparten esa verdad de dar pie a las conversaciones de ascensor. Va en nuestra condición humana la indignación, el cabreo, la impotencia y el mal humor como mal menor. El cadáver de Samuel y algunos, muchos, escurriéndose el bulto de la tragedia y la cara dura. El cadáver descompuesto, entre algas y ortiguillas, dejado de la mano de Poseidón. Como un mártir que no tuvo ni la oportunidad de una fotografía, de una instantánea que nos moviera a la acción.
Y en cualquier caso, poco podemos hacer nosotros, meros usuarios del sistema, frente a la muerte de Samuel y de tantos otros mártires de enfrente. Poco podemos hacer nosotros, tristes prisioneros catódicos, frente a tanta Pantoja en el televisor y tanta muerte en la orillita.
Podría hoy haber elegido dos asuntos diferentes; quizá la columna de hoy podría ir sobre los Goya o sobre el fútbol, o sobre mi amigo Carlos, que se tiene que ir a China por cuestión de trabajo. Pero no, pasa que abro el 'tuiter', veo jaleo en las redes sociales. Leo sobre la Pantoja con Pablo Motos, con el tabú a la palabra «cárcel»; y leo a toda Europa amordazada un tabú más liviano pero igual de claro: «somos culpables».
En todo caso, la foto de la Pantoja y la no foto de Samuel me llevan a repensar el Mundo. De la playa donde apareció Samuel a la finca Cantora hay menos de 32 kilómetros en línea recta. Un paseo por quienes somos. O por quienes pensamos que somos.
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