Merchó
Nos quejamos y con razón de todos los que insisten en repetir una y otra vez los tópicos sobre Andalucía y tenemos ejemplos recientes de políticos muy desafortunados en sus declaraciones
Antonio Garrido
Domingo, 22 de enero 2017, 10:31
Nos quejamos y con razón de todos los que insisten en repetir una y otra vez los tópicos sobre Andalucía y tenemos ejemplos recientes de ... políticos muy desafortunados en sus declaraciones. Esa cantinela que se resume en lo de tierra de la gracia y el salero, del chiste fácil y sonrisa permanente, del mucho disfrute y del poco trabajo.
Desde el siglo XVIII y especialmente por el éxito de los libros de viajes escritos por extranjeros se fue acuñando un rosario de lugares comunes que solo se puede calificar de lamentable.
En lo que se refiere al andaluz el tema viene de lejos. Cuando Nebrija publicó la primera gramática de una lengua neolatina no faltó la polémica y uno de los argumentos que se esgrimió fue que Nebrija era andaluz de nación; es decir, de natural, y no hablaba el castellano en su pereza como sí sucedía con los hablantes de Burgos o Toledo, por citar dos lugares.
Por desgracia la opinión de que en Andalucía se habla mal, que nos comemos las letras, está arraigada en los hablantes de Despeñaperros para abajo. En las encuestas de campo aún se observa que muchos andaluces sienten cierto complejo de inferioridad lingüística, acentuado por ¿maestros? que defienden que hay que escribir como se habla como supuesta seña de identidad, demasiado bien estamos para tanto imbécil suelto.
Por lo que luego diré se confunde error con formas específicas, con variantes. Los errores en el uso existen en todos los idiomas y, por supuesto, en español. Los errores son consecuencia generalmente de la incultura, del analfabetismo funcional. Las lenguas poseen una norma media culta a la que han dedicado estudios todos los grandes filólogos. Esta norma mantiene la unidad del idioma y es imprescindible para su buena salud. Las variantes no son errores, son formas diversas de la norma en todos los planos: fonético-fonológico, morfosintáctico y léxico-semántico en las coordenadas de lugar, de tiempo y de uso particular del hablante.
Estas variantes no son monolíticas ni mucho menos. En el caso del andaluz ya no se le considera solamente como un dialecto del español. Existen variantes dentro de las variantes y por eso es mucho mejor emplear hablas andaluzas. Existe una serie de rasgos comunes y otros diferentes en función de los parámetros analizados; de ahí la distinción entre Andalucía Oriental y Occidental, aunque incluso esta es una distinción generalista.
Me lamentaba de los tópicos repetidos que vienen de fuera y me lamento mucho más cuando proceden de hablantes andaluces con influencia por aparecer en los medios de comunicación.
No necesito dar el nombre de un programa de sobremesa de gran audiencia donde los participantes se abren en canal y muestran sus vísceras o abren en canal a otros y muestran sus vísceras; no solo las muestran sino que se las lanzan con grandes salpicaduras de improperios e insultos varios. No cabe duda de que el modelo funciona y que los trapos sucios y la falsa espontaneidad crean una teatralidad vulgar que no respeta nada ni a nadie.
Entre el elenco destaca una presentadora a la que ya me he referido en alguna ocasión por su contumacia en dar patadas a la cultura general y al idioma y que merece una sarta de improperios que no escribiré. No entraré en el penoso mensaje que se desprende de su manera de vestir o de moverse, me voy a referir a un penoso espectáculo de hace pocas fechas.
La susodicha tiene un uso del idioma que se corresponde con el andaluz de Cádiz y con su uso personal. En el debate nombró a 'Merchó', al Rey Mago. Algún colaborador le recriminó la pronunciación. Esta señora saltó cual felino y como su cultura es la que es, nada, afirmó - Zeus estaba distraído y no le lanzó un rayo - que todos los andaluces dicen 'Merchó'. Aprovechó para echarse varias toneladas de flores. Ella ha sufrido mucho para llegar donde está porque no ha renunciado a su manera de hablar, ella es la encarnación de Andalucía y es adalid de su tierra.
La mayoría de los andaluces dice 'Melchor' con debilitamiento de la 'r' pero sin que desaparezca del todo. Lo que es rigurosamente falso es que todos no hacemos la neutralización «l/r». Este fenómeno existe pero la presentadora lo exagera de tal manera que alcanza el nivel vulgar.
La repercusión mediática es indudable y el daño no pequeño. La penosa intervención, absolutamente hortera, confunde al receptor que puede creer que la neutralización es general en estas tierras. Pondré un ejemplo tópico, el más que repetido «¡Olé mi arma!» y no «alma». No todos los andaluces pronuncian como en las obras de los Quintero.No se trata de evitar las variantes pero sí de respetar la norma. Que siga la presentadora, si así lo estima oportuno, con sus modos, chistes fáciles y bailecitos, mientras la audiencia la mantenga, pero que deje en paz al idioma o que aprenda.
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