Verde sin pudor
En Málaga hace dos décadas se anunció un 'cinturón verde' con gran tachintachán. Sólo era otro camelo
Teodoro León Gross
Martes, 8 de septiembre 2015, 12:34
Según la fórmula del viejo chiste, hay dos noticias sobre los árboles en el planeta, una buena y una mala.
-Empecemos por la buena, ... Leongross.
La buena es que un grupo internacional dirigido desde Yale ha recalculado la masa forestal del planeta y no hay 400.000 millones de árboles como se creía, sino 3 billones.
-¿Y la mala?
Cada año se destruyen 15.000 millones árboles, con una pérdida neta anual de 10.000 millones. La civilización ha reducido el número de árboles a la mitad, y a este ritmo en tres siglos quedarían arrasados.
Esto no va de ver la botella medio vacía o medio llena. Con esos datos, los militantes del optimismo y el pesimismo no necesitan recurrir al catálogo habitual de prejuicios. Para los optimistas de oficio: el mundo es un lugar donde se vive cada vez mejor, con menos pobreza y miseria como describía Matt Ridley en 'El optimista racional', pero eso no impide que se degrade el medio ambiente sometido por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Para los pesimistas antropológicos: tres siglos son doce generaciones, no es una causa perdida.
Claro que de momento no parece cundir la urgencia: con tres billones de árboles, se le va dejando el marronazo a la próxima generación, quizá para el siglo XXII. Los árboles no figuran en el catálogo de causas de la humanidad. Leyendo estos días sobre la investigación publicada en 'Nature', me vino a la memoria un viejo artículo del maestro Alcántara, publicado allá por los sesenta: 'Esos hermanos silenciosos'. Recurriendo a la prosopopeya, humanizaba a los árboles -'extrañamente humanos'- y apelaba a tener 'conciencia de gratitud' con ellos. Eso parece lejos. Cada año se desaparecen diez mil millones de árboles.
Este es un asunto global. Hay grandes masas forestales en la región boreal y subártica -sobre todo Rusia y Canadá, con casi nueve mil árboles per cápita- y los trópicos, pero también zonas deforestadas como Israel, dos árboles per cápita, o Arabia Saudí, 1/2. España, lejos de la falsa leyenda del país cubierto de árboles donde las ardillas iban de norte a sur sin tocar suelo, no llega a 250; y la nueva Ley de Montes de Rajoy, que desde octubre permitirá especular con el suelo quemado, no augura nada mejor. En el sur, a pesar de la capacidad de regeneración del ecosistema mediterráneo, malos datos. En Málaga hace casi dos décadas se anunció un 'cinturón verde' con gran tachintachán. Más de treinta mil hectáreas repobladas contra las avenidas reparando un territorio castigado por la agricultura, los altos hornos del XIX y el ladrillo. Desde entonces no se ha hecho nada -ese es el balance en un lugar próspero en el periodo próspero de la burbuja- salvo broncas entre partidos e instituciones culpándose del fracaso. Sólo fue otro camelo electoral. Rápidamente debieron entender que los árboles se inauguran mal: ¡tardan demasiado en crecer y dar frutos. electorales!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión