Otoño (no tan) caliente

De momento los partidos emergentes empiezan a parecer 'partidos sumergentes': en cada sondeo se hunden un poco más. Ante la evidencia del 'No, we can't', Podemos busca pactos de supervivencia sin acabar de encajar su vertiginoso proceso de auge, hasta liderar las encuestas, y decadencia en apenas un año. También Ciudadanos tendrá que pasar por el diván, porque vuelve el 'valor refugio' de los grandes partidos. Y ese instinto conservador contra el aventurerismo también se adivina en Cataluña, ante una candidatura sin programa, diseñada solo para declarar la independencia, que el día después tendrá que gobernar la comunidad, no organizar 'diadas' folclóricas. Y eso es difícil con un grupo parlamentario cuyo plantel parece más apropiado para estrenar el musical de 'Alguien voló sobre el nido del cuco'; de ahí que incluso la patronal sumisa haya roto la omertá. Mas sabe, como en su día Millán Astray, que es verdad lo de 'ganaréis pero no convenceréis'. La corrupción es una aluminosis moral que debilita día a día su estructura: más que 'Junts pel Sí', se les empieza a ver como 'Junts pel 3%'.

No será un otoño frío, desde luego, pero tampoco tan caliente. De hecho Rajoy ya no carga contra el fantasma del populismo, sino contra el PSOE, su rival de siempre: «es la mayor amenaza para España» ha dicho en Soutomaior, donde predica como Zarza Ardiente. El PSOE ha resistido, y Sánchez, contra pronóstico, tiene buen cartel; pero Rajoy, tras Cataluña, volverá a la estrategia de 'yo o el caos' con su metralla de mensajes simples. A cualquier otro político, especialmente a Zapatero, lo llamarían cretino por decir «el agua cae del cielo sin que se sepa por qué», algo que podría explicar cualquier crío de Primaria, pero Rajoy sigue a lo suyo confiado en que el electorado al final regresará de la indignación al conservadurismo. No hay que descartar que España haya alcanzado la madurez de una democracia aburrida, que es lo que por cierto caracteriza a las buenas democracias.