Va de culo
La carnalidad del verano estalla sobre todo cerca del mar, con el rebalaje convertido en escaparate
Teodoro León Gross
Viernes, 7 de agosto 2015, 12:04
Una revista anuncia una Culipedia cuyo título prometedor nada menos que un tractatus enciclopédico sobre culos depara en el interior la decepción de la enésima ... galería de famosos a los que se califica el trasero como en una feria de ganado. En fin, la revista es sólo una bagatelilla de 1,70¤ para encontrar en la sala de espera de la higienista dental; no The New Yorker o incluso Vogue donde el título podría crear expectativas razonables. Y es una lástima esa oportunidad perdida de una Culipedia siquiera iniciática para explorar el territorio del trasero y catalogar su biodiversidad con pasión de naturalista. Octavio Paz ironizaba en Conjunciones y Disyunciones sobre la cara como culo y el culo como cara, para acabar concluyendo definitivamente que el culo es el espejo del alma. Como la Venus del Espejo de Velázquez, que ofrece al espectador sus espléndidas nalgas geométricas mientras el rostro se oculta, el culo puede ser una tarjeta de visita insuperable, con el encanto de la cara oculta de la luna.
El verano es la temporada festival para los amantes de los culos. No se trata aquí de gourmets sino de voyeurs que exclaman ¡gloria a los culos auténticos! como Brassens, al que aburrían los culos postizos del invierno. La carnalidad del verano estalla sobre todo cerca del mar, con el rebalaje convertido en escaparate de la prodigiosa variedad de culos, glúteos rotundos en culottes o bikinis de talle alto como las pin up de los cincuenta con sujetadores balconet; o esos culos leves de la braguita brasileña; los culos salvajes de la tanga, con sus remotos ecos de Tanganika, capaces de desafiar la ley de la gravedad y toda la Física de Newton; una Culipedia habría debido catalogar los culos de pera, los culos sonajero, los culos toboganes... Ramón Gómez de la Serna dio un gran prestigio en Senos al pecho como depositario del alma femenina; y después Prada mimetizó la idea con Coños, dejando de hacer justicia a los culos, ese Canaan femenino como escribe Rimbaud en el soneto escrito mano a mano con Verlaine.
A propósito de esto, mi amigo Montano me pasa un post de la actriz porno Amarna Miller en las últimas elecciones animando a sus fans Id a votar, donde mostraba sus nalgas naturalmente empompadas con el mensaje «Haced caso al culo (los culos no mienten)». Es una idea de larga tradición: la cara puede mentir pero un culo no. El culo es honestamente el que es. Así que la Culipedia pendiente deberá determinar no sólo la galería formal sino las virtudes morales del culo (creo que Bertolt Brecht escribió algo sobre eso, o Joyce, o ambos, o no) hasta hora demasiado incomprendido según demuestra Jean-Luc Henning en su Breve Historia del Culo. Pero como vio claro Montaigne, por muy alto que pueda ser un trono, todo hombre se sienta sobre su culo. Este es el auténtico trono del ser humano.
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