La gestión de la cultura
Martín Moniche
Miércoles, 21 de enero 2015, 12:32
Uno de los sambenitos con los que convivimos los que trabajamos en esto de la cultura es que a menudo se nos identifica con unos ... disfrutones que asomamos la cabeza con modelazo y simpatía en los saraos y 'partys' más sonadas y que nuestro trabajo se reduce a la asistencia prolífica a inauguraciones y eventos de interés. La punta del iceberg de una profesión que cada día exige más niveles de profesionalidad. En este sentido, he tenido la grata experiencia de formar parte del tribunal de proyectos del módulo de empresa que imparte el Máster de Gestión Cultural de la Universidad Carlos III de Madrid; el primero en reconocimiento en habla hispana y uno de los diez primeros del planeta en calidad, contenidos y prestigio. Anualmente tan sólo 42 privilegiados, con los mejores currículos y disposición para el noble oficio, son elegidos para formar parte de cada una de las doce ediciones que llevan a sus espaldas. Grata fue mi sorpresa al comprobar la creatividad y calidad de la mayoría de las presentaciones. Análisis de los espacios óptimos para la actividad, adecuación de los contenidos al público-objetivo, innovación, democratización de la cultura, descentralización, propósitos e ideas-fuerza, patrocinio y mecenazgo, los tiempos y los presupuestos, la rentabilidad social, cultural y económica; son algunos de los elementos que estos alumnos tienen totalmente interiorizados; algo fundamental para que la actividad cultural se desarrolle con garantías de éxito. En mayo será el tercer año consecutivo en el que los profesores, con sus nuevos alumnos, vuelvan a elegir Málaga como destino de su viaje anual para conocer los proyectos culturales que han propiciado que nuestra ciudad suene entre las primeras del país; y que así siga siendo. Aún así, a los alumnos les encargaría como trabajo final la realización de una auditoría real sobre algunas de nuestras propuestas culturales, para constatar si siguen los parámetros anteriores o son fruto de la improvisación y la decisión rápida y caprichosa. Nos llevaríamos las manos a la cabeza.
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