Pantoja como símbolo
La cantante representa a la vez la España del pelotazo y la del linchamiento
Javier Recio
Miércoles, 19 de noviembre 2014, 12:54
Isabel Pantoja se ha convertido en un icono. Y lo más curioso es que su figura simboliza varias cosas. Varias Españas. Por un lado no ... hay que dudar de su talento artístico en su campo, como lo atestiguan la legión de seguidores que no ven o no quieren ver más allá de sus canciones. Sin duda pasará a la historia como una de las grandes de la copla. Pero su figura, a nivel sociológico, va más lejos. La cantante simboliza por una parte la España del pelotazo. La de los alcaldes que se creían que todo valía con el fin de tener sus arcas rebosantes por los convenios urbanísticos. Era una España en la que cualquier regidor y su pandilla de concejales tenía coche oficial. Donde las tarjetas de crédito a cuenta del Ayuntamiento no eran necesarias, porque el dinero se cogía por puñados de las bolsas que eran de todo menos de basura. Regía el cuartelero todo por el pueblo y a costa del pueblo. Había alcaldes que guardaban la pasta debajo del colchón, sin duda porque lo confundieron con unas espuertas. Donde los artistas, y en este caso ella, se pegaba al querer del dinero. Se pasó de la época del torero y la cantante a la del político y la 'artista'. Fue el triunfo del 'dientes, dientes' y del blanqueo porque me lo merezco, y no precisamente los incisivos. De los paseos altivos con aires de nuevo rico. Una época en la que la sociedad estaba narcotizada por el maná de la construcción y se fijaba con tono jocoso en los pantalones de cuello vuelto de Julián Muñoz paseándose por el Rocío, meándose en más de uno, sin pararse a dar vueltas en lo realmente importante: del «de dónde saca 'pa' tanto como destaca», como se diría en la copla.
Pero todo llega a su fin. Y cambia. Y este país es muy de extremos. De pasar del blanco al negro. De la adulación al linchamiento. Y eso es lo que también le está pasando a Isabel Pantoja. La tonadillera se ha visto envuelta ahora en la tormenta perfecta contra la corrupción, contra los corruptos. Y eso que ella no ha sido condenado por este delito, sino por aprovecharse de la conducta corrupta del que fue su pareja, Julián Muñoz. Pero el temporal se la va a llevar por delante. Isabel Panoja, si se tiene en cuenta la praxis de los juzgados españoles, no tendría que haber entrado en prisión nunca, salvo que reincidiera. Tiene una condena menor de dos años, no tiene responsabilidad civil pendiente de cumplir y es la primera vez que ha delinquido. Tenía el pasaporte para eludir la cárcel. Pero no ha sido así. El tribunal, salvo sorpresa de última hora, va a dar al pueblo lo que pide: sangre. Hay programas de televisión que no dudan en presionar hasta la saciedad por el sagrado nombre del plano de su entrada en prisión. No se le puede privar de ese espectáculo al pueblo, que clama ahora justicia televisiva, que no deja de ser una nueva versión de la España del linchamiento que tantos episodios ha dejado durante la historia. Y esto no hay quien lo arregle. Ni siquiera Podemos.
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