Los artistas hacen la calle
Martín Moniche
Miércoles, 12 de noviembre 2014, 12:39
En las páginas de este rotativo conocíamos la pasada semana como un grupo de artistas callejeros protestaban a las puertas del Ayuntamiento por el frecuente ... maltrato recibido por la policía municipal, a los que acusan de intimidación y persecución, instando al consistorio de la ciudad a regular esta actividad para siempre. La ciudad de los museos, de Picasso, de Georges Pompidou, de los tesoros pictóricos del XIX, la del paraíso de Vicente Alexaindre o del universal Antonio Banderas desprecia a los artistas callejeros; una estampa más que común de las que son auténticas ciudades culturales: Nueva York, París, Londres, Barcelona, Bilbao... Cualquiera que haya visitado alguna de ellas sabrá de la altísima valoración de estos actuantes al sol o a la luna, en los rincones más recónditos de sus calles, plazas o esquinas, o en los largos pasillos del suburbano. Entendiendo la actual normativa de ruidos (en la que sigue siendo una de las ciudades más ruidosas de Europa), no hay que tomarse la ley al punto de estrangular la vida cultural y social de la misma; ya hemos denunciado en múltiples ocasiones la prusiana ordenanza que impiden la realización de música en directo en numerosos locales de la ciudad, a pesar de su correcta insonorización. A menudo solemos pensar, con filosofía paleolítica, que estos creadores son indigentes (con todos mis respetos para éstos), pero nos sorprenderíamos de la cantidad de actores profesionales, músicos del conservatorio o grandes creadores plásticos que se lanzan a mostrar su trabajo al mundo sin cortapisas, con libertad e ilusión por labrarse un futuro. Y somos los viandantes los que disfrutamos de esos pequeños y atrapadores instantes, en los que aparece un octogenario señor con sombrero cantando por Málaga o un cuarteto de cuerda nos recuerda la primavera de Vivaldi. Regulemos horarios, volumen, ubicaciones y rotaciones. Busquemos soluciones con sentido, pero nunca cortemos las alas creadoras. Málaga debe ser ciudad cultural desde sus calles hasta sus costeados y flamantes salones.
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