Eran las 19:37...
Alas 19:37 de la tarde, en una jornada que prometía más arte que despedidas, José Antonio Morante de la Puebla sorprendió al mundo del ... toreo con una de esas noticias que causan conmoción cuando suceden: su retirada. Ni los más cercanos al diestro sevillano lo esperaban. En plena plaza de Las Ventas, con el público en pie y la emoción todavía suspendida en el aire, Morante anunció lo impensable con un gesto tan simbólico como torero: al cortarse la coleta hacía pública su decisión de colgar el traje de luces. Y lo hizo a su manera, sin discursos grandilocuentes, con la elegancia y el misterio que siempre le envolvieron, dejando tras de sí una estela de silencios, lágrimas y ovaciones: en el centro del ruedo, en el punto mágico del albero, se cortó la coleta...
La conmoción ha sido inmediata. Porque Morante no es sólo un torero, sino un símbolo. En los últimos años, cuando la tauromaquia parecía debatirse entre la nostalgia y la supervivencia, él fue uno de los pocos que luchó por devolver la ilusión a los tendidos. Su temporada de este año ha sido de las más gloriosas que se recuerdan: una sucesión de faenas memorables que hicieron volver a muchos a las plazas. Jóvenes que nunca habían sentido el toreo se acercaron por primera vez, atraídos por esa mezcla de duende y rebeldía al alcance de muy pocos, que sólo un genio puede conjugar.
Su arte, raíz clásica, espíritu libre, ha resucitado una época de esplendor. Las entradas agotadas, las redes sociales 'ardiendo' con imágenes de sus verónicas eternas, sus críticos reconciliados con la emoción, sus naturales al cielo... Mal que les pese a algunos, vivimos un renacimiento taurino tras años de 'vacas flacas'. No hay nada como intentar prohibir algo, y más si se lo haces a los jóvenes. Pero en toda resurrección se necesita un protagonista, y en el centro de todo ese renacer estaba él, el último gran romántico del toreo, el maestro de La Puebla. Por eso su adiós duele doble. No es sólo la retirada de un genio: es la sensación de que se apaga una luz que iluminó un tiempo nuevo. Los aficionados, los jóvenes que descubrieron el arte de Cúchares gracias a él, los veteranos que volvieron a emocionarse, todos se preguntan lo mismo: ¿por qué ahora, Morante? ¿Qué le ha llevado a dejarlo cuando más se necesita su arte? El misterio siempre forma parte de cualquier mito. Pero el eco de Las Ventas, a las 19:37, queda marcado para siempre. Porque se ha ido Morante. Tan valiente delante del toro como de ese gran morlaco que es la vida, lo que no es poca cosa...
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