Pecho Redondo, la cueva de Marbella que esconde pinturas paleolíticas arcaicas
Esta cavidad, descubierta en los años 50 del siglo pasado, fue declarada Bien de Interés Cultural de Andalucía en 1985
En la falda suroeste del Cerro de la Torrecilla de Marbella, cerca del cementerio Virgen del Carmen, una pequeña cavidad natural esconde un yacimiento rupestre ... con pinturas paleolíticas arcaicas. Es la Cueva de Pecho Redondo, descubierta a mediados de los años cincuenta del siglo pasado por un cazador local. El hecho de que entre sus pinturas rojas no aparezca ninguna representación de animal hizo que durante muchos años no captara la atención de los investigadores, por la incapacidad científica de otorgarle una cronología más segura, según explica el arqueólogo Pedro Cantalejo. Actualmente, la cavidad se incluye dentro del proyecto internacional 'First Art' para analizar sus pinturas y que el yacimiento entre en el circuito de investigación científica de Europa.
Esta cavidad, también conocida como Cueva de la Torrecilla, fue descubierta a mediados de los años cincuenta del siglo pasado por un cazador local, que encontró en su interior un esqueleto humano y varios materiales arqueológicos como vasijas decoradas, municipales, restos de un collar o pulseras de mármol pulimentado, piezas que entregó al Ayuntamiento de Marbella, según recuerda Javier Soto, presidente de Cilniana, la Asociación para la Defensa y Protección del Patrimonio Histórico de la Costa del Sol, encargada de la protección de este yacimiento.
En 1960, el entonces director del Museo Arqueológico de Málaga, Manuel Casamar, publica estos restos, y, posteriormente, son los investigadores Carlos Posac y José Antonio Berrocal los que aportan datos a la cueva. Posac, en 1972, confirma la atribución del enterramiento al Neolítico, mientras que Berrocal, en 1976, se interesa por una serie de motivos pintados en rojo, que fueron objetos de varias atribuciones cronológicas a partir de esa primera aproximación.
El hecho de que entre sus pinturas rojas no aparezca ninguna representación de animal, algo que normalmente ocurre en otras cavidades malagueñas paleolíticas como en la Pileta, Ardales, Higuerón, Victoria o Nerja, hizo que su investigación quedara postergada «al no contar con la tecnología actual», según Cantalejo. Ya en 1985, la Cueva de Pecho Redondo fue declarada Bien de Interés Cultural de Andalucía.
Posteriormente, los investigadores Pedro Cantalejo y María del Mar Espejo incluyeron a esta cavidad en sus publicaciones (2007 y 2014), con una atribución temática y técnica que sitúa las pinturas de Pecho Redondo «entre las más antiguas manifestaciones gráficas de Málaga». Así, el arqueólogo destaca que los primeros Homo sapiens dejaron sus marcas rojas en este recinto subterráneo hace más de 25.000 años, un periodo conocido como Gravetiense.
El arte rupestre conservado en la cueva de Pecho Redondo se reduce a una serie de paneles, situados en espeleotemas (estalactitas y estalagmitas) que fueron realizados «con abundante pigmento rojo y aplicado con la yema de los dedos». En las dos pequeñas salas de la cavidad, varias estalactitas voluminosas conservan trazos a favor de los bordes de pliegues que quedaron manchados de rojo, según Cantalejo. Junto a estas barras, casi siempre verticales, se realizaron algunos trazos horizontales más cortos y varios puntos.
Además de estas pequeñas incursiones con pintura roja, se aplicaron manchas más grandes «que inducen a plantear el uso de la palma de la mano además de los dedos, por las protuberancias redondeadas». Al fondo de la segunda sala, se conserva una columna de pequeño tamaño que conserva una hilera de puntuaciones en disposición vertical, y en los techos se perciben pequeñas manchas rojas que podrían tratarse de vestigios mal conservados de la acción que se realizó en este yacimiento, tal y como detalla Cantalejo.
Tras el abandono de la cueva durante varios miles de años, fue usada como un depósito funerario durante el Neolítico (7.000 – 4.500 años antes del presente), con la presencia de un enterramiento humano y un ajuar, que permanece en dependencias municipales.
Así, hoy en día se conservan dos vasos decorados con incisiones, cuatro laminillas de sílex de sección triangular, una lámina de sílex de sección trapezoidal y dos pulseras; una de ella fabricada sobre una gran concha marina, mientras que la segunda está realizada sobre mármol pulimentado y presenta una fuerte concreción de partículas rocosas adheridas a su parte interna.
Sin embargo, hay piezas que desaparecieron del depósito municipal hace varias décadas, como un doble collar, fabricado con conchas marinas pulimentadas que conservaba 56 y 21 cuentas, respectivamente. «Todo el material apunta a momentos del Neolítico medio», detalla Cantalejo.
Esta cueva está cerrada al público, ya que se trata de una cavidad pequeña. Sin embargo, en varias ocasiones se ha tenido que renovar el cierre que la protege ya ha sufrido diversos expolios, según explica el presidente de Cilniana.
Soto detalla que el cazador de los años 50 no fue el primero que visitó el yacimiento desde los primeros Homo sapiens: en su interior también se encontró una moneda árabe del siglo XII. «El esqueleto encontrado data de la Prehistoria, lo que permite saber que alguien estuvo allí y no alteró nada de lo que vio».
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