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Albert Pla, cuando la vida imita al arte

Hace más de medio siglo, el poeta y escritor André Breton afirmó que España era el país más surrealista que había visitado. Ayer La Cochera Cabaret representó esa escena.

SEBASTIÁN ARTEAGA

Domingo, 26 de octubre 2014, 11:52

A ritmo de guitarra, los catalanes convirtieron La Cochera Cabaret en una auténtica paleta de sensaciones. Lo trascendente y lo cotidiano se unieron en un bello caligrama teatral sobre El lado más bestia de la vida, nuestros yoes y sus grotescas circunstancias.

Hace más de medio siglo, el poeta y escritor André Breton afirmó que España era el país más surrealista que había visitado. Observando nuestra situación actual, pareciera que sus palabras previeron con extraordinaria lucidez todo el caos que hoy nos invade. Buena parte de las vanguardias artísticas se ocuparon precisamente de eso: de lanzarnos a la cara el espejo roto de la sociedad. Esta vez, la poética iluminadora trajo consigo la guitarra del maestro Diego Cortés y la nihilista ternura del duende amante de los Hongos Albert Pla. Praxis vital en estado puro.

Sensaciones enfrentadas con mucho arte

Como si de dadaístas y surrealistas se trataran, los músicos barceloneses pusieron de manifiesto su absoluta entrega sobre el escenario exquisitamente decorado con bidones y un misterioso sofá, que bien pudo desempeñar la función de diván haciendo añicos los esquemas morales y dicotómicos de nuestra sociedad. Alegría/tristeza, blanco/negro, amor/odio, paz/guerra, etc. Resumiendo, La diferencia de Derrida. Y como buenos catalanes, todo ello a base de rumba, flamenco e incluso pinceladas de jazz. Definir musicalmente el estilo de Pla y Cortés se hace imposible. ¿Rumba, rock, nana, ranchera, heavy? Quizás todo; o la nada; nadeando. Albert Pla sabe a Extremoduro, a Estopa, a Tabletom, a Tom Waits. En definitiva, a todo artista que sitúe la experiencia estética en el umbral de lo irracional.

Derrochando raza gitana sobre las tablas del escenario, Diego Cortés dejó a cuadros a la audiencia. Así, tanto el público que estaba sentado como los que se hallaban de pie disfrutaron como nunca con el arte del maestro, que en varias ocasiones logró emocionar a más de un joven y mayor de la sala. Por el contrario, Albert hizo gala de su peculiar manera de interpretar sus extremadas canciones. Pocos cantautores consiguen hacernos reír, llorar, tranquilizar, alterar, amar y odiar en una misma canción y/o monólogo.

Humo, luces, un bar y novias

Los asistentes no pararon de vitorear con aplausos, bravos, olés y demás sinónimos de ovación tan nuestros. Canciones como La colilla, con su majestuosa interpretación, El bar de la esquina o El lado más bestia de la vida fueron recibidas con total clamor. Con Corazón, hubo personas que empezaron llorando y acabaron riendo a carcajadas; todo en menos de cinco minutos. Y sin tomar ninguna seta.

Uno de los momentos más esperados, tiernos, divertidos y emocionantes, cómo no, fue cuando Albert apagó las luces de la sala y apareció con su marciano y artesanal casco luminoso. Pla se paseaba con él por toda la sala, mientras interpretaba Ciego e, irónicamente, veía en primerísimo plano los rostros del público reaccionando a su canto órfico. Miradas petrificadas, enamoradas, ojos mirando al horizonte Sensaciones causadas por Pla y su recordatorio de que quizás, todos llevamos una luz dentro, la cual puede servir para ver, y sobre todo, ser visto. Sólo así conseguiremos tirar para adelante, o lo que es lo mismo: ser la vanguardia. Y si no que se lo pregunten a Joaquín El necio.

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